(CARTA ILUSTRADA del Diario de
Córdoba)
Iluminación nocturna
de los campanarios cordobeses
Desde el improvisado mirador de la terraza trasera de mi vivienda,
tengo el privilegio de poder recrearme contemplando la variedad
de campanarios con que nos obsequian las iglesias de Santiago,
San Pedro, San Andrés y San Pablo. Pero ese placer agoniza
al atardecer.
Al llegar la noche casi todos se pierden. Los demás,
unos peor que otros, pasan del aprobado al suspenso, con una
deficiente iluminación, que en muchos casos se convierte
en total oscuridad y, en consecuencia, abandono.
Como cordobés, y además como nacido y residente
en su entorno, tengo que expresar mi pesar porque nuestro emblemático
custodio San Rafael esté olvidado en la noche, sin poder
manifestar la hermosura del conjunto de su fachada y de su campanario
con una iluminación que lo proyecte al visitante.
Y no es sólo San Rafael, como se puede comprobar en paseo
nocturno por Córdoba.
Los celadores de nuestro patrimonio cultural viven obsesionados
con lo enterrado, y menosprecian algo que, desde hace siglos,
se nos está regalando a la vista, y que, de noche, pasa
casi desapercibido por falta de iluminación.
¡Con qué poco presupuesto se pondrían los
campanarios como ascuas, dando fulgor y belleza al paisaje nocturno
de nuestra ciudad!
¿Cómo es posible tan extraordinaria iluminación
para el jorobado Puente de Miraflores, desatino de por vida
en nuestra monumental ciudad, por muchos focos que lo envuelvan,
y no estén debidamente iluminados y realzados la mayoría
de nuestros monumentos religiosos?
Es lamentable que nuestros ediles y el sentido común
anden siempre a la greña.
Me atrevería a recomendarles que se diesen
un paseo nocturno por Ecija, sin ir más lejos, para que
sientan pudor y aprendan.
Muy dudoso esto último. Así nos luce el pelo.
PEPE GIL TORRES
Diario de Córdoba (27/01/2004)
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