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TODO ÉCIJA
MUNDO HOY
Para vuestro espíritu y solaz en esos días navideños. Más amor y menos consumismo. Más luz interior y menos alumbrado callejero. Más sitio para los pobres y menos templos para Dios.

Dibujo: Vaticano


Belén.
No he estado en Belén, pero por suerte, pues me han regalado unas breves pero sustanciosas vacaciones, he estado en Italia y en Roma.

Alguien pensará que todo el mundo que va a Roma regresa con el tópico típico de las grandezas de la Iglesia y el tema de los pobres.

Quizás sea inevitable, pues lo mismo San Francisco, como el fraile Savonarola, Lutero y muchos hombres buenos que han ido allí llenos de fe, se han quedado sorprendidos por la grandeza, la magnificencia, la extraordinaria belleza arquitectónica, la riqueza impresionante de los tesoros que allí encierra la Iglesia Católica.

Desde pinturas al fresco, inseparables de las paredes, las bóvedas y las cúpulas de los grandes templos y desde las enormes basílicas, hasta los conjuntos escultóricos, retablos, impresionantes mausoleos, preciosos bajorrelieves, cuadros de los más famosos pintores de de la Edad Media y el Renacimiento, tapices de esmerada trama, ornamentaciones en mosaicos valiosísimos, columnatas en todas las grandes basílicas que te dejan anonadado…

Sin contar la Biblioteca Vaticana con sus riqueza enorme en códices y volúmenes, los tesoros en orfebrería, recamados etc. etc.de los Museos.

La ciudad entera es un testimonio del poder de la Iglesia, pues gran parte de las fuentes, puentes, plazas, edificios públicos, palacios, obeliscos… dan testimonio de que han sido llevados a cabo a instancias de éste o aquel Papa.

En fin cada iglesia, por pequeña que sea es un museo digno de admiración.
Dios queda anonadado ante tanta grandeza. Dios no está entre esas paredes, pues como siempre, se fue a nacer a un sitio pequeño, oscuro y olvidado, a un lugar humilde hermoso y sencillo, como lo describiría San Ignacio.
El primer pensamiento que se me pasó por la mente fue este: “El orgullo humano ha borrado y diluido la revelación de la pequeñez de Dios”.

Todo lo que he visto es monumental y es digno de estar incluido en el patrimonio de la Humanidad, para convertirse en un conjunto de obras admirables, que pueden proporcionar, (aparte de mantener ese patrimonio) a muchos seres humanos hundidos en la miseria un apoyo para salir de ella.

No se trataría pues de venderlo todo y repartirlo, sino constituir con todo ello un patrimonio que permita aliviar el dolor, la pobreza, el hambre y la marginación de tantos seres humanos, dando así un valor salvífico a las piedras que de por sí no sirven ni salvan, y que no son más que la prueba de la grandeza y el poder con que unos pocos poderosos quisieron que el hombre se sintiera pequeño, y volviera a pensar a Dios, como los viejos egipcios y los antiguos griego y los propios romanos, como algo por encima de la dimensión de lo humano.

Pero la Navidad y la propuesta salvadora de Dios consisten en retomar lo humano, la pequeñez de lo humano, la debilidad de lo humano, la pobreza de lo humano y la simplicidad de lo humano como medida de todas las cosas. La Navidad como dice San Pablo nos muestra la “humanidad de nuestro Dios”

Y aunque sea reiterativo, Dios, tomando el nombre de El Hijo del Hombre, no vino a deslumbrarnos, sorprendernos y dejarnos con la boca abierta, sino a mirarnos, no desde arriba, sino cara a cara, como cualquier hombre debe mirar a otro hombre.
Buscar a Dios no puede producir tortícolis, de tanto mirar hacia arriba. Se trata simplemente de mirar, abrir los ojos, y penetrar con los ojos la verdad simple de los hombres y las cosas.

¡Menudo esfuerzo mirar frente a frente!

Feliz Navidad. Feliz metamorfosis de Dios, que encerrado en el huevo del universo, ha nacido, como la mariposa de la crisálida.


Su templo es mucho más pequeño que las basílicas romanas: El corazón de los humanos.

Paco López

Artículo: Paco López (22/12/2005)