Un mes de agosto donde la sartén
no la tuvo Écija por el mango.
Hay
lugares de España que aunque no estén en el
Sur, este año han soportado las incidencias del verano
climatológico padecido en agosto. Se pueden parecer
al valle del Guadalquivir. Lugares como Vitoria, se colocan
a la misma altura que Córdoba, Sevilla o Écija,
conocida y famosa en todos los lugares como la sartén
de Andalucía. Egemonía que este año ha
sido compartida con muchos otros lugares.
En
eso se convirtió la fértil meseta alavesa las
jornadas en torno al 10 de agosto cuando tanto Euskalmet,
la agencia vasca de meteorología, como Aemet, la agencia
española que tiene registros más antiguos y
manuales, tuvieron que echar mano de sus archivos para comparar.
No encontraron nada igual ni en la ola de calor de 2003, la
más tórrida que se conocía hasta ahora.
Y además, esa insólita situación se ha
repetido en tres andanadas. Un agosto de récords, como
en las Olimpiadas de Londres.
Hasta el pasado 10 de agosto, día en que las aceras
de las ciudades vascas abrasaban literalmente a los valientes
que aguantaban en la calle, la jornada más calurosa
de la historia en Vitoria había sido un día
de Santa Ana de 1947. Aquel 26 de julio se llegó a
39,8 grados recogidos en el viejo aeródromo de Salburua.
Le seguía un día de La Blanca de 1965. Los blusas
se freían al sol durante la ida a los toros. Se alcanzaron
los 39,4 en el instituto de enseñanza media, ahora
Parlamento vasco. Una década antes se repitieron esos
dígitos. También en territorio municipal vitoriano
hay un registro de 40 grados el 6 de julio de 1982 en Arkaute,
y 3 días después se repite en Leza (Rioja Alavesa).
Bien, pues el pasado día 10, los termómetros
manuales de mayor precisión que los automáticos,
subieron hasta los 40,8 en la capital, más de un grado
más en Foronda.
«Eso es muchísimo», asegura la meteoróloga
Margarita Martín, que da una explicación lógica
a lo ocurrido. «La Llanada, como todos los sistemas
geográficos, tiene su propia brisa que regula la temperatura.
Ese día y los posteriores el aire quedaron completamente
inhibidos por la masa cálida de aire de origen africano,
que actuó como una tapadera sobre un puchero hirviendo.
No hubo mezcla de aire caliente y frío que actúa
como un regulador de temperatura».