¿Bandoleros
malos y buenos? . Francisco de Huertas, un bandolero de alta
alcurnia nacido en Écija.
El
tema del Bandolerismo sigue en auge y más ahora con
el reciente lanzamiento del libro de "los niños
de Écija" que arroja otras posibilidades de la
personalidad del bandolero, apartándolo un poco de
la mítica leyenda, dados los datos oficiales aportados,
y que aún así, personalmente pienso que habría
mucho que discutir sobre el bandolero idealizado de antaño
y el actual que se pretende describir. Creo que en el término
medio está lo justo. Que hubo favorecedores y desfavorecidos,
pero éste no es el tema para debatir en este escrito
sino que habría que hacerlo tranquilamente.
Que
conste que no soy un estudioso del tema, pero si me gusta
leer y sacar mis propias conclusiones, dada la situación
histórica, social y económica de aquellos momentos,
la de los ayuntamientos y la de los que hacían las
leyes, ect..y por supuesto hay que tener en cuenta la cantidad
de escritos que existen de este tema.
Hoy
vamos a conocer a un bandolero de la nobleza nacido en Écija
y llamado
FRANCISCO
DE HUERTAS Y ESLAVA
"De señorito a bandolero"
Era hijo
de alta cuna
Y no le faltaba.
Si no era por dinero,
¿por qué robaba?
Nadie lo supo,
Por qué se tiro al monte
Con un trabuco.
Este
bandoles que sí nació en Écija, terminó
ejecutado en 1798 y debido a su alcurnia, creo que habrá
sido el único bandolero a cuyo entierro asistieron,
ineludiblemente obligados por el protocolo, las principales
autoridades de la provincia, incluido el mismísimo
señor Obispo.
Curiosamente,
como se describe en algunos escritos, parece ser que no perteneció
a banda de los siete niños de Écija, sino a
otra cuadrilla (una "partía", en andaluz
de la época), que no le anduvo a la zaga en hechos
y audacia, aunque sí en renombre, quizás porque
había intereses oficiales que procuraron diluir y enmascarar
sus tropelías: "Los Berracos". Sus componentes
eran Pablo de la Reina y nuestro Francisco de Huertas y Eslava.
Al ser el número muy redicido, podían escabullirse
mejor.
Se cuenta
también y aparece en escritos "que
su solo nombre imponía temores y su cercanía
hacía suponer complicaciones que podían llegar
a ser tremendas: sus procedimientos eran expeditos e innecesariamente
crueles, a diferencia de otros bandoleros, como Diego Corrientes
o el propio Tempranillo". Aquí se
ve una distinción de bandoleros en los autores de la
época.