Una
verdad que sigue moviendo el mundo. En un estado democrático,
¿los católicos no tienen derecho a manifestar
sus creencias? (por Juan Palomo)
En
estos días son muchas las manifestaciones en contra
de la visita del Papa y lo que ello conlleva: que si tantos
millones de gastos, que si en Madrid se está cortando
la circulación en algunas vías, que si todos
estamos pagando los servicios de seguridad… Por poner
un ejemplo, pongamos que hablo de Madrid, como la canción:
¿cuánto se emplea en seguridad únicamente
cuando se celebra un partido de fútbol nacional o internacional?
¿Qué me dicen de esas celebraciones en Cibeles?
¿Qué vale la visita de un dignatario de cualquier
país sin arrastrar a tanta multitud de personas?. ¿Y
la Puerta del Sol sitiada por unas cuantas miles de personas?,
y que conste que no estoy en contra de ellas, sino que comprendo
y respeto totalmente su postura. Pero ir en contra de todo
esto, que es la pura realidad, no crea morbo.
Sin
embargo, se habla muy poco de los ingresos que va a suponer
la visita, con los consiguientes beneficios y que un millón
de personas se dé cita en la capital de España.
¿Qué
son muchos los representantes de la iglesia que se van a desplazar?
Por supuesto. Exactamente igual que cuando tiene lugar una
concentración de cualquier índole a gran escala.
Que
se esté de acuerdo o no con la Iglesia, con las creencias,
con la forma de actuar… eso es totalmente respetable.
Incluso los propios católicos diferimos en algunas
cuestiones, exactamente igual que ocurre en otros casos. De
la misma manera que siempre habrá el que esté
movido por la corrupción, que sea un fanático
y cuya actitud sea deplorable. ¿No ocurre igual en
todos los ámbitos que estén formados por personas?
¿Hay alguien que pueda decir lo contrario? A esos mismos
hechos, precisamente hizo alusión Jesucristo: “el
que esté libre de pecado que tire la primera piedra”.
No sería "tan ilusa" esa manifestación
echa hace más de 2000 años cuando sigue siendo
una de las verdades que mueve el mundo.
No
hace falta ser muy inteligente para comprobar que todo se
desvanece: lo grandes gobiernos, los ideales, los movimientos
culturales... y sin embargo, el cristianismo sigue permaneciendo
después de siglos de existencia. Respetémoslo
por lo menos.
En
un estado donde los valores brillan cada vez más por
su ausencia, vaya desde aquí mi apoyo a tantos jóvenes
que intentan seguir la filosofía de una forma de vida
expuesta por aquel “torpe e ignorante” Jesucristo
que no sabía lo que decía.