A algunas personas el destino les hace un guiño y les
da nuevas oportunidades. El pasado jueves día 26, a eso
de las cuatro y cuarto de la tarde, una familia volvió
a nacer. María del Carmen Fernández Muñoz
conducía su Ford Focus por la Avenida del Doctor Fleming,
en compañía de su madre y de una nieta de ésta.
De pronto, oyeron un fuerte ruido y atónitas quedaban
paralizadas al caerles sobre el coche un montón de ramaje.
Acababa de troncharse y caer una gran rama del pino más
grande que hay en el Parque de San Pablo. Pero no una rama cualquiera,
sino de un tamaño superior a muchos otros árboles
completos que en dicho parque existe.
Por fortuna, porque el destino quiso darles otra vida, el grueso
de la rama cayó hacia la parte interior del parque, mientras
sobre ellas sólo lo hizo el extremo, compuesto por ramas
y ramaje de mucho volumen pero poco peso, evitando con ello
que sufrieran lesiones y que sólo el coche tenga que
lamentarse de arañazos y algún pequeño
bollo sin más importancia.
Fácil es imaginarse la sorpresa y el susto de estas
mujeres. Acababan prácticamente de montarse en su coche
con el objetivo de regresar a Madrid, donde residen habitualmente,
después de pasar en Écija diez días visitando
a unos familiares, pues provienen de este municipio. Por delante
del coche que conducía María del Carmen Fernández
lo hacía el de su hermana y cuñado, Marcelina
Fernández y Francisco Varo, a la sazón padres
de María del Valle, que había preferido hacer
el viaje junto a su abuela y tía.
Al momento de producirse este hecho, acudió la Policía
Municipal y enseguida los bomberos. Los primeros para atender
a las víctimas, y hacer el correspondiente atestado,
y los segundos para proceder a trocear la enorme rama caída
ayudándose de motosierras. Por fortuna, el incidente
sólo quedó en un susto monumental. En un mal regalo
de despedida de Écija hacia estas personas que volvieron
a nacer.