La educación de los niños
es responsabilidad de los padres
Después de más de veinte años
de labor educativa, esta profesora de Educación Especial
insiste en la importancia básica que tiene el ámbito
familiar a la hora de dar continuidad a la formación
que se ofrece en las aulas y en general de una mayor y general
concienciación social.
Marcela Barrios Bermúdez, a la que todos conocen como
Marce, se diplomó en Magisterio, en la especialidad de
Pedagogía Terapeútica, lo que vulgarmente se conoce
como Educación Especial, hace veintitrés años,
los mismos que lleva desarrollando esta difícil pero
importantísima profesión. Nacida en la pequeña
localidad sevillana de Villanueva del Río y Minas, madre
de dos hijas, también es especialista en Logopedia y
con estudios de Psicología. En la actualidad presta sus
servicios en el colegio público ‘Blas Infante’
de Écija.
–¿Puede definirnos su profesión?
– Básicamente, la atención a un grupo de
personas, niños en mi caso, con unas necesidades educativas
especiales. En concreto, yo atiendo a niños desde los
tres hasta doce años, todo lo que comprende Educación
Primaria.
–¿Qué diferencia básica hay entre
la educación de niños con minusvalía psíquica
y los que consideramos normales?
– Hay bastantes diferencias, pero la fundamental es que
con estos niños es necesario utilizar unos recursos y
unos medios específicos para que su desarrollo integral
sea posible.
– Supongo que hay muchas tipologías diferentes
dentro de lo que calificamos como niños con minusvalía
psíquica...
–- Sí, pues hay diferentes síndromes y
luego, además, dentro de cada uno de ellos, muchas escalas.
Por ejemplo, dentro de lo que calificamos como síndrome
de Dauw hay, me atrevo a decir, tantas variedades como niños
con ésta problemática.
–Y esta circunstancia, ¿a qué obliga a
la hora de ejecutar su trabajo? ¿en qué modifica
la acción educativa?
– En los medios, en los recursos educativos, en la metodología....Así,
por ejemplo, en la ejecución de los programas educativos.
Ellos no siguen el programa curricular ordinario, sino que necesitan
un ajuste de los objetivos, de los medios, del material, etc,
todo ello adaptado a sus necesidades y características,
que es lo que se llama una adaptación curricular individualizada.
–¿Cuáles son las mayores satisfacciones
y los desengaños que más experimenta en su trabajo?
– Satisfacciones muchísimas, muchísimas.
Desengaños, con ellos directamente, ninguno. Satisfacciones
todas las que nos podamos imaginar como seres humanos. El cariño,
el amor... ellos no conocen el rencor, la envidia...
– Sin embargo parecería a simple vista que el
trabajo tuviera que ser más ingrato que educar a niños
digamos que normalizados...
– Todo lo contrario, porque ellos, cualquier objetivo
que otro niño normal, entre comillas, pueda conseguir
en un determinado tiempo, ellos quizás necesitan muchísimo
tiempo más, pero cuando tú logras ese objetivo
con ese niño, aunque sea abotonar una camisa, la satisfacción
que sientes es muy grande, muy grande, porque para él
es muy importante. La satisfacción que tu sientes es
la que le ves en su cara, la alegría que le ves cuando
logra abrocharse un botón.
–¿Se trabaja de manera coordinada con la familia?
– Es necesario, totalmente necesaria la coordinación.
Si no hay coordinación entre el personal del centro que
se encarga de ellos y la familia, el logro de los objetivos
deja mucho que desear, porque el trabajo de estos niños
no termina a la hora de la salida del colegio, no termina con
ningún alumno en general, pues la familia tiene que ser
la continuación, pero con estos niños la cosa
es mucho más importante porque ellos, debido a sus características,
necesitan un trabajo no muy pesado pero sí muy constante,
no que les canse mucho pero que no dejen de hacerlo durante
mucho tiempo.
–¿Y las familias colaboran?
– En general, sí. En este centro tenemos la suerte
de que la práctica mayoría, por no decir todas
las familias, colaboran bastante.
–¿Cuál es la actitud del resto de niños
hacía éstos?
– Hay de todo, pero en general, cuando son pequeñitos,
los aceptan estupendamente, es un niño más para
ellos. Se dan cuenta de su dificultad y la tendencia, su instinto,
es ayudar. Por eso el principio de que si es más beneficiosa
la integración es sobre todo para los demás niños
que para los que son de educación especial, aunque en
esto es cierto que hay mucha gente que no está de acuerdo,
incluso los padres de los demás niños que no entienden
mucho esta cuestión, pues creen que lo mismo les perjudica
que sus hijos tengan compañeros con necesidades educativas
especiales en su clase porque eso va a bajar el nivel de conocimientos
dentro del aula, pero, al menos en mi opinión, eso no
es tan importante, ya que a lo mejor se pierde un tiempo a la
semana porque ese niños necesitan una atención
individualizada por parte del maestro que en ese momento está
en el aula, pero no es tan importante como la riqueza humana
que recibe su hijo.
–¿Éstos niños son conscientes de
su discapacidad? ¿Y si es así, en algún
momento se sienten acomplejados o incluso rechazados?
– Depende de su grado de inteligencia, de su nivel cognitivo.
A menor nivel, menos conciencia de su problema. Cuando son conscientes
les es muy angustioso, porque es cuando se dan cuenta de sus
limitaciones y si la gente que les rodea no les ayuda y no ponen
todo su interés en que este niño tenga una autoestima
considerable para superar todo eso y tener la posibilidad de
relacionarse con sus compañeros, entonces puede tener
bastantes frustraciones a lo largo de toda su vida. Por eso
es tan importante que desde que estos niños son chiquitos,
y me refiero a los que son conscientes de sus dificultades,
reciban todo el apoyo de una forma correcta, no apoyo del tipo
me da lástima y le ayudo porque pobrecito, no. Se trata
de un apoyo emocional, de hacerlos realistas y conscientes de
cuál es su problema pero también de todas las
posibilidades que tienen de superar sus problemas,de gozar de
una vida lo más normalizada posible, que es el fin concreto
de la educación.
–¿La escuela pública cuenta con suficientes
medios para poder atender debidamente a estos niños?
– Para nada, no. Las principales carencias son sobre
todo de personal. También material, porque muchas veces
los profesionales que nos dedicamos a este tipo de educación
tenemos que buscarnos nuestros propios recursos materiales para
que a estos niños no les falte de nada. No obstante,
cada día va mejorando la situación y por supuesto
no es lo mismo ahora que cuando empecé a trabajar, que
entonces es que no teníamos nada. Pero todavía
sigue faltando muchos recursos, personales y materiales.
–¿La preparación del profesorado es la
adecuada? ¿Se reciclan? ¿Se ponen al día
de nuevas técnicas?
–- En general, sí. Hay que decir que la administración
no es que nos obligue, pues el reciclaje en el magisterio no
es obligatorio, pero se sobreentiende que hay una voluntad general
a la mejora de tus conocimientos y preparación como profesional,
porque estás haciendo algo que para ti es muy importante.
–¿Se puede decir que tiene más vocación
un profesional que trabaja con niños disminuidos?
–- No, no tiene más vocación. Quizás
pueda tener más paciencia, quizás el conocimiento
de éstos niños y su mundo te hace algo más
sensible, pero vocación no. El trabajo de todo maestro
es vocacional. Es muy importante, pero yo no haría ninguna
diferenciación entre especialidades.
–¿Qué le pediría a la administración?
–- Más conciencia de la necesidad de aportar los
recursos necesarios para que éstos niños puedan
alcanzar su educación integral. Recursos humanos y materiales.
–¿Se necesitaría una educación de
la propia sociedad respecto a esta problemática?
–- Sí, pero evidentemente esto no depende de la
administración, sí de la educación, y en
este sentido lo fundamental es la educación en el seno
familiar.
–¿La sociedad está concienciada?
–- Mientras los niños son pequeños, no
hay tanta problemática. El problema va surgiendo y en
aumento a medida en que el niño va creciendo, porque
ya desde que sale del colegio, donde los tenemos más
protegidos y tienen una atención más individualizada,
por el número de alumnos, porque no es que donde van
luego no se les preste atención, la situación
se complica. Desde luego la problemática más grave
es su salida profesional, porque casi no tienen.
–¿Cuál sería la solución?
– Una buena alternativa ya se ha intentado poner en marcha:
la concienciación de los empresarios, a cambio quizás
de algunas ventajas para ellos que los motiven o incentiven,
porque estas personas tienen derecho a trabajar y pueden cumplir
perfectamente con su trabajo, es más, dar mucho a la
sociedad, pero la verdad es que no está conseguido del
todo. La gente que trabajamos en este tema siempre tenemos presente
la esperanza, la ilusión de que se produzca una mejoría.
–¿Necesitarían estas personas una educación
continua a lo largo de toda su vida?
– La verdad es que sí. Evidentemente, desde que
son muy pequeños, la formación se debe hacer a
conciencia, con los medios adecuados, contando con la colaboración
de la familia, que realice con el niño los tipos de actividad
que se les indica desde el colegio. Todo eso hace que su formación
sea mucho mejor y que entonces no sea tan importante que a lo
largo de toda su vida tenga que estar recibiendo una formación
permanente totalmente.
–¿Se siente el maestro, por los cambios sociales
que han ocurrido, menos reconocido? ¿En qué afecta
a su tarea educativa?
–Afecta totalmente, porque estamos indefensos ante conductas
intolerables, como agresiones o insultos... Es un problema muy
importante que vivimos con mucha preocupación en la comunidad
escolar, pero claro, esto es un problema social que desde luego
no es la escuela la única institución que tiene
que resolverlo. Está el seno familiar, importantísimo
y fundamental. La educación que se da en casa a los niños,
la atención por parte de sus padres, la formación
de éstos...
–¿Sienten que las familias no les apoyan en su
labor?
–Sí, en general, es así. La familia no
ofrece un apoyo total como debería hacerlo. No nos consideran
muchas veces como cómplices en la educación de
sus hijos sino que nos tienen demasiadas veces como los responsables
de la educación de los niños, cuando no es así,
pues los responsables son los padres.
–¿Entienden la escuela como una simple guardería,
como un lugar donde aparcar a sus hijos?
–Bueno, también. Ahora, la sociedad en la que
vivimos, la competencia, tanto tiempo dedicado al trabajo fuera
de casa, muchas cosas, hacen que los padres tengan una necesidad
total de tener al hijo en algún sitio y cuanto más
tiempo esté en el colegio mejor. De todas formas, desde
la administración pienso que se está atendiendo
esta necesidad, pero claro, la concepción de la escuela
como guardería es errónea totalmente.
–¿Cree que los maestros deberían tener
un año sabático cada cierto periodo de tiempo
para conservar el equilibrio y al tiempo reciclarse?
–Yo no creo que sea necesario, pero sí el cambio
de mentalidad y de actitud por parte de las familias, porque
si los hijos reciben la formación adecuada en la familia
llegarían al colegio con otra forma de hablar, de comportarse,
con otra conducta, sobre todo con respeto. El maestro se deprime
cuando ve que su trabajo no tiene fruto, cuando ve que está
diciendo muchas cosas que son las mismas cada día a sus
alumnos y luego en casa no ve la respuesta por parte de los
padres. Incluso muchas veces se ponen en contra de un simple
castigo.
–¿Supongo que la vuelta al colegio es la etapa
más difícil?
–Sí. El principio de curso es un tiempo de nueva
adaptación, mejor dicho, de readaptación de los
alumnos, que llegan del verano sin hábitos de trabajo
y deben volver a adquirirlos, así como de las normas,
tan importantes para que la labor educativa pueda desarrollarse
en condiciones apropiadas y efectivas.
–¿Qué valores echa de menos en la actualidad
que existían antes?
–El respeto entre los propios alumnos y de éstos
a los profesores. Es un valor que se está perdiendo,
y que creo que es fundamental, como lo es en cualquier relación.
–¿A que cree que se debe esta pérdida?
–Quizás a un tipo de educación demasiado
distendida en casa, demasiado flexible y por falta de dedicación
de los padres hacia los hijos. El respeto se aprende comunicándose,
si los padres y los hijos no lo hacen, no están juntos,
no tienen vivencias comunes, no se fomenta. Me temo que no estamos
en una sociedad más dialogante que antes, y la evidencia
está en una prueba muy cotidiana: el gran número
de horas que pasan los ninos frente al televisor o al ordenador.
Esa comunicación deja mucho que desear.