Entre
los misterios del número 7 están los Niños
de Écija.
Artículo de Amando de Miguel - Libertad Digital
Sigue
el misterio del número 7. Juan J. Carballal me indica
que basta recordar las enseñanzas del catecismo para
corroborar la centralidad de ese número: siete son
los sacramentos, los pecados capitales y las virtudes correspondientes.
Tirando del hilo, don Juan J. compone una lista más
completa: “las siete plagas de Egipto, los siete círculos
del Infierno de la Divina Comedia, las siete vidas de los
gatos, los siete infantes de Lara, los siete Niños
de Écija, los siete enanitos de Blancanieves, las siete
novias para siete hermanos, los sietes dolores de la Virgen”.
En verdad que se trata de una retahíla curiosa. Podríamos
añadir más ilustraciones: los siete días
de la semana, el dragón de las siete cabezas del Apocalipsis
y el de San Jorge, los siete días que dura cada fase
de la Luna, los siete colores tradicionales, las siete notas
musicales, los siete planetas de la Antigüedad, las siete
mujeres de Barba Azul, Las botas de siete leguas, Sieteleguas
era el nombre del caballo de Pancho Villa, las siete maravillas
del mundo, las siete artes clásicas, los siete años
de vacas gordas y los siete de vacas flacas de la historia
de José en Egipto, los siete sacerdotes que dieron
siete vueltas a las murallas de Jericó, los siete días
de la creación del mundo. Como puede verse, hay muchos
ejemplos de la Biblia. Todo empieza en el Génesis con
la creación del mundo. Dios se tomó seis días
y al séptimo descansó. En hebreo el número
7 da una idea de plenitud, de haber concluido algo bien hecho.
La letra <z> en hebreo se dice “zayín”
y es la séptima del abecedario. Se escribe con un signo
que es muy parecido a nuestro <7>.
Es fácil concluir que la palabra de nuestro número
siete se deriva del latín “septem”. Es
evidente que en todos los idiomas romances esa voz es muy
parecida. Pero lo más curioso es que en idiomas muy
alejados del latín se obtienen voces muy semejantes
para el número 7. Por ejemplo, “sapta”
en sánscrito, “sipta” en hitita, “hepta”
en griego, “seven” en inglés, “sieben”
en alemán, “siedem” en polaco, “septyni”
en lituano, “zazpi” en vascuence. Esa misteriosa
<s> inicial quizá provenga de una voz natural
relacionada con la acción de silbar, el arrastrase
de la serpiente, chupar o sorber el alimento. Yo ahí
ya me pierdo. Espero que alguien más experto que yo
(no es difícil) nos aclare el misterio del número
siete.
Nota
rectificatoria: Alberto Torrijos me dice que lo publicado
por mí sobre su correo en torno al derroche de los
dineros públicos “es una burrada”. Hombre,
no; será un error por mi parte, pero sin ánimo
de tergiversar ni de rebuznar. Aclaro para la posteridad que
la idea de don Alberto es que el disparate del aeropuerto
de Ciudad Real es 14 veces mayor que el de Castellón.
Él lo estima así dividiendo el coste de cada
obra por la población de la respectiva provincia. Bueno,
lo más claro es que los dispendios de ambos aeropuertos
son dos disparates. Añado que lo que habría
que estimar es qué parte del presupuesto de esas obras
ha sido dinero público. Ahí está el detalle,
que diría Cantinflas.
Artículo
en Libertad Digital:
http://www.libertaddigital.com/opinion/amando-de-miguel/los-misterios-del-numero-7-64077/