El
mundo de las Hermandades y Cofradías de Écija.
Por Ramón Freire
Foto:
Confalón año 1960
• El mundo de las Hermandades y Cofradías ecijanas,
es algo que siempre me ha apasionado, no sólo ya desde
el sentimiento religioso –dada mi pertenencia a la Hermandad
del Santísimo Cristo de la Sangre y Nuestra Señora
de los Dolores, desde mi nacimiento - sino también, desde
el punto de vista artístico y patrimonial que en sí
tienen todas ellas, con independencia de la idiosincrasia, que,
por varios motivos que podrán ser analizados por el propio
lector, posee cada una de las hermandades y cofradías
ecijanas.
• De la información documentada que existe sobre
el mundo de las hermandades y cofradías en general, resulta
que estas surgen durante la alta Edad Media, en contestación
a la necesidad sentida por amplios sectores de la población,
de unirse en grupos para protegerse de manera más efectiva
ante las múltiples dificultades de la vida. Ello supuso
que el término cofradía englobara una gran variedad
de agrupaciones, teniendo en un principio un marcado cariz social
(profesional y gremial), con fuertes vinculaciones, tanto en
una calle o barrio como en una parroquia, que fue decayendo
poco a poco, pero nunca sin perder sus motivaciones religiosas.
• Así, a lo largo de los siglos, fueron surgiendo
las cofradías de pura devoción religiosa, otras
encargada de la gestión de instituciones caritativas
o de atención hospitalaria (pobres y enfermos), las fundadas
alrededor de la práctica de un oficio, las de socorro,
las sacramentales, las de penitencia y de gloria. Las cofradías
también fueron conocidas como hermandades, con especial
relieve en Andalucía, a partir del siglo XII, para luego
pasar el término al resto de las regiones. De estas hermandades,
las de mayor interés y difusión fueron las hermandades
del socorro, que aparecieron en la segunda mitad del siglo XVI
y que se desarrollaron en los siglos XVII al XVIII, teniendo
entre sus fines principales la asistencia de sus miembros en
la enfermedad y en la muerte, considerándose por ello,
como los precedentes de lo que más tarde se conocería
como los montepíos, éstos ya con un carácter
laico completo.
• Con independencia del fin primordial de las citadas
hermandades de socorro (en Ecija teníamos la Hermandad
de la Misericordia con sede en la Parroquia Mayor de Santa Cruz),
dentro de las propias reglas o estatutos de las restantes Hermandades
y Cofradías, también se contemplaba la obligación
de ayudar a los miembros de dichas corporaciones, tanto en los
momentos de pobreza, enfermedad y fallecimiento.
• De las propias reglas de las hermandades ecijanas (la
mayoría fundadas en el siglo XVI), queda comprobada la
completa autonomía a la hora de ejercer el gobierno de
estas, elección de miembros, pago de cuotas, fiestas,
etc., aunque sin olvidar la dirección espiritual regida
por los miembros de las ordenes religiosas donde la hermandad
había sido fundada o tenía su sede, pues así
aparece en las propias reglas fundacionales. Lo que sí
es cierto, que, con independencia de la influencia que los eclesiásticos
tuviesen en todos y cada uno de los miembros de las hermandades
y cofradías, el cargo de Hermano Mayor era elegido democráticamente,
de forma tan simple como el introducir una bola blanca, si se
estaba de acuerdo con la persona propuesta o una bola negra
en caso de disconformidad, siendo entonces el Hermano Mayor
elegido quien designaba los restantes cargos de la Junta de
Gobierno que, durante un año, sería responsable
del desenvolvimiento y desarrollo de la hermandad y cofradía.
• La Iglesia, si bien en un principio alentó con
decisión la difusión de las cofradías por
la reanimación que éstas hacían de la vida
cristiana y por la gran labor humanitaria que realizaban, pronto
comenzó a vigilarlas más de cerca, habida cuenta
del poder e influencia que iban ejercitando sobre el conjunto
de los fieles, además de por su inclinación al
gobierno autonómico de sus congregaciones y a la desviación
profana de ciertos actos litúrgicos. El Concilio de Trento
(1545-63) conminó a los obispos diocesanos a realizar
visitas periódicas a las cofradías. El papa Clemente
VIII, en el año 1604, exigió el consentimiento
escrito del obispo para establecer la legalidad de las cofradías
en su diócesis, el cual tenía que examinar, corregir
y aprobar los estatutos presentados por los cofrades.
• Como consecuencia de esta orden papal, y concretándonos
al mundo cofrade ecijano, las hermandades y cofradías
se vieron obligadas a remitir sus correspondientes reglas fundacionales
o estatutos al Arzobispado Hispalense, encargado de velar por
el cumplimiento de aquella orden, originando el que la antigüedad
de las hermandades se viera alterada en cuanto a la fecha de
su fundación, originando en algunos casos, pleitos entre
las propias hermandades, dado que la antigüedad suponía
algo más que una fecha determinada, pues se consideraba
un privilegio que, en algunos casos, podía llevar implícito
el tener derechos y beneficios respectos de las fundadas posteriormente.
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Información:Ramón Freire -
Hermandades de Écija.(05/04/2007)