LAS NORIAS Y MOLINOS HARINEROS DEL RÍO GENIL EN VÍAS DE EXTINCIÓN por Juan Méndez Varo
No es la primera vez que este tema sale a la luz y así seguiré mientras este importante legado, que constituyen las norias y molinos harineros de la ciudad, pueda ser salvado de su ruina. En este sentido el tiempo corre en contra pues el proceso de deterioro y destrucción de las norias y molinos es evidente. Lamentablemente una buena nómina de estas norias, molinos y alfarería han desaparecido para siempre.
Como se sabe la fértil vega del río Genil, a lo largo del término de la ciudad de Écija, ha contado desde tiempo inmemorial con un sistema de riego de indudable importancia: las norias. Estas se ubicaban en las fértiles huertas de Isla Redonda, San Antón, Alcarrachela e Isla del Vicario, en cuyos pagos se producían hortalizas y gran variedad de frutales que fueron considerados como de las más importantes de Andalucía.
Además de las norias en ambas márgenes se ubicaban batanes y un buen número de molinos harineros. Algunos de estos molinos se transformaron posteriormente en fábricas de energía eléctrica, siendo el Molino de “Cortés” el primero que suministra luz eléctrica a Écija. Tal es así que 1932 se constituye una compañía mercantil denominada “Hidroeléctricas del Genil,” con domicilio social en Córdoba, para la producción y explotación de energía eléctrica del salto de agua del río Genil. Esta empresa acomete los trabajos en la fábrica “Don Calixto”. Y el aprovechamiento de otro salto del rio Genil titulado El Batán, en su margen derecha. También integra en su objeto social la de harina y electricidad titulada “Giralda” situada en el casco de la población, con sus edificios y demás que le son anexos.
Los molineros harineros llegaron a ser muy importantes para la economía y el abastecimiento de la ciudad y tomamos como ejemplo los conocidos como los Molinos de Escalera. Hasta cuatro se situaban aprovechando la importante azuda levantada paralela al famoso puente: El Batanejo, La Arbasa, Cuatro Piedra y Malvecinos. Estos dos últimos fueron convertidos, a comienzos del siglo XX, en una moderna fábrica de harina llamada Nuestra Señora del Rosario; y el Molino del Batanejo, se transformó en una popular fábrica de hielo.
Según Pedro de Molina, en su libro Grandezas y Cosas Memorables de España, en el siglo XVI existían numerosas norias movidas por el río Genil que elevaban el agua a grandes alturas para regar algodón, huertas y plantaciones de cáñamo y, escribe que indudablemente, eran de origen musulmán. (En este sentido hay que decir que se denomina noria la movida por el agua y aceña por animales). Este sistema se utilizó, incluso, para el abastecimiento urbano, pues ya en el siglo XVI existía en Écija una gran noria con un acueducto construido por Hernán Ruiz, que aprovechaba el Genil para surtir a la Ciudad de las Torres de agua para consumo doméstico.
De este milenario sistema de riego conserva la ciudad algunos ejemplos, lamentablemente hoy en precario estado de conservación. Dos de estas norias se encuentran situadas en la margen izquierda del río: La Ceñuela e Isla Redonda. También en la margen izquierda rio abajo se encuentra en el Pago de San Antón, la ruina de otra famosa máquina que regaba con las aguas cristalinas del río las fértiles huertas de este Pago. De allí los hortelanos, al alba, salían con sus carros y carretas camino de la Plaza de Abasto para proveer a la población de productos frescos y de indudable calidad. En la Alcarrachela también tenía sus norias pero hoy solo queda el lugar donde se ubicaban “el chirrion” nombre que le viene dado por el chirrío que hacían las ruedas. Del mismo modo que han desaparecido las norias también.
Pasando el casco urbano, Genil abajo, las norias se sitúan ahora en su margen derecha. En las Huertas de Isla del Vicario se encuentran las conocidas por La Tobosa y La Agustina, auténticos museos vivos de la tecnología agrícola.
Las actuales norias tienen parte de su estructura de hierro y están montadas sobre estacas hundidas en el lecho del río. Sobre éstas van colocados unos maderos conocidos por pie, sobre los que a su vez se asienta otro madero horizontal llamado puente. Encima de éste se coloca una pieza de madera de encina llamada zapata, en la que descansa el eje de la rueda. Para evitar que ésta se vuelque está sujeta, a ambos lados, por unos puntales de madera que se conocen como entiba. La rueda -hoy de hierro- tiene adosada a ella y en toda su circunferencia dos aros de haces de caña o varetas llamados abrazón, a los que se sujetan una o dos hileras de vasijas de barro llamadas cangilones o alcaduces, que se adquirían en las alfarerías locales. La rotación de la rueda se consigue mediante unas palas llamadas álabes. En la parte alta de la noria, el agua de los cangilones se vierte sobre uno o dos canales laterales llamados añaclines, que están en comunicación con unos canalillos de riego, que a veces son acueductos, y éstos se ponen en comunicación con las almatriche a lo largo y ancho de las huertas.
Hay una característica peculiar de las norias de la Isla del Vicario, consistente en tener protegido el añaclín mediante unas tablas llamadas guardapolvos para evitar que la fuerza del viento se lleve el agua fuera del añaclín. Éste tiene un pequeño orificio por el que vierte una cantidad de agua sobre el eje para humedecer la zapata y evitar su desgaste. Para poder efectuar la toma de agua y, a su vez, conseguir el movimiento de la noria, existen unas presas o azudas que son conocidas popularmente como zúas, construidas con estacas de eucaliptos o pinos, con ramajes entrelazados, y que, posteriormente, han sido construidas con cemento y piedra.
Una opción para conservar estos históricos molinos harineros sería la cesión a las asociaciones que están más en contacto con el río, tales como las de piragüismo y el club de pesca. Esta nueva función haría posible poderlos rehabilitar con un uso cultural y social, evitando así su total demolición. Tanto a los molinos harineros -también conocidos por molinos maquileros-, como a las norias, ambos totalmente abandonados y en ruina, la ciudad, posiblemente ajena a la gran importancia que tuvieron en su tiempo, les ha dado la espalda y se encuentran en vía de extinción.
Sería loable que el municipio ecijano acometiese la restauración trasladando una de estas de las norias al Paseo de San Pablo. Un ejemplo de similar lo tenemos en Córdoba, que conserva una a orillas del río Guadalquivir, en su casco histórico, formando parte indiscutible de su patrimonio. Han sido varias las ocasiones en que se ha pedido que se salven estas norias, hasta ahora con poca fortuna. La Comisión del Patrimonio Local y distintos delegados de urbanismo tienen desde hace bastante tiempo material gráfico sobre estas ruedas hidráulicas para que se tomen medidas. Solo nos queda insistir en la recuperación de este gran legado antes de que sea demasiado tarde.
Juan Méndez Varo
Secretario de la Asociación de Amigos de la ciudad de Écija.
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