PAPELES VIEJOS por Manuel Martín Martín. “Silencio por mis muertos”
(El escritor y columnista ecijano recuerda a los suyos con este artículo a modo de flores para el recuerdo)
El recuerdo no puede ser una forma de vida. Pero si cada año buscamos nuestro yo elogiando el pasado, no es porque de la muerte sólo se acuerden los vivos, sino porque al reencontrarnos con nosotros mismos por estos días, volvemos gustosos al cementerio para aislarnos de los mismos sentimientos.
Todo está preparado para entrar en el laberinto del tiempo. Unos aprovecharán el puente de Todos los Santos para recibir los favores terrenales. Otros, en cambio, cruzaremos el puente imaginado entre el presente y el pasado para conversar no con la divinidad de los nuestros, que sabe Dios quiénes llegaron al cielo, sino para recibir las gracias que ellos puedan dispensarnos.
El cementerio estará como ningún día del año, completo, pero nadie se siente solo porque le acompaña la soledad, que es la magia de la utopía. A mí, particularmente, me abruma la muchedumbre, por lo que me adelantaré al día 31 para limpiar el nicho y depositar una rosa roja a quienes hincharon de vida la sangre de mis venas.
Ante ellos echo de menos lo que ya no soy. Se abre el dolor de las heridas de mi memoria y hablo como se les habla a los difuntos, en silencio y con el llanto de la palabra en los labios del alma. Lo hago acercándome a la verdad de mi vida, como quien hace un viaje al pasado sobre el que no se puede actuar, pero en el que se acumulan imágenes que me llenan los vacíos existenciales.
En este juego de arqueología familiar, se mezcla el camino del cementerio detrás del féretro de mis seres queridos con la ejemplaridad de sus actuaciones y con la terapia de los recuerdos. Es un ritual donde sólo se escucha la voz del silencio, que me libera ante quienes forman parte de mí, como mis abuelos maternos, que son lo que fui, que ya no existe. Mi padre y Tita Victoria eran el color inmaculado de la liturgia familiar. Mi madre, la santa que practicó las virtudes en grado heroico, y con la muerte de mi maestro, mi Tío Manolo, se escapó el talento que puso a mi servicio.
Si ellos no me negaron su última palabra, yo no les puedo negar mi último silencio. El silencio es lo único que nos acerca a la muerte, por eso esta sociedad es tan ruidosa. Después buscaré la armonía entre lo vivido y el presente porque el viaje de la vida sigue. Ya sólo faltará un año para regresar de nuevo con los míos y mantener una conversación sin palabras. Es el mejor modo de quedarme en paz.
¡¡Chapeau, querido Amigo!!… Me acabas de explicar, perfectamente -y hasta con un cierto grado de escalofrío-, algo que nunca comprendí hasta ahora y a lo que me refiero en el texto que acabo de remitirle a nuestro compañero Juan para su publicación.
Gracias.
Gracias, querido Paco. En el mes triste de noviembre, detrás del recuerdo sólo queda buscar los cuerpos con el silencio.
Me a gustado mucho , amigo Manolo , no se si tu te acuerda de mi , pero yo de ti y de toda tu familia si que me acuerdo, de tus padre de tu tía Lali y tu tío Pepe, de tu hermano Antonio,recuerdo a todos, un abraso de un amigo
Agradecido por tus palabras. Otro fuerte abrazo para ti.