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LOS DERECHOS HUMANOS, LOS BIENAVENTURADOS Y LOS HIJOS DE PUTA por Francisco J. Fernández-Pro

LOS DERECHOS HUMANOS, LOS BIENAVENTURADOS Y LOS HIJOS DE PUTA por Francisco J. Fernández-Pro
octubre 22
12:21 2013
Francisco J. Fernández-Pro

Francisco J. Fernández-Pro

Yo creo en el ser humano, en su dignidad y en su capacidad para hacer el bien. Pero tengo los pies en la tierra y por eso también creo en el poder que tiene el hombre de hacer el mal. Incluso sé que hay quien nace predispuesto para él. Sé que hay seres humanos inclinados a la bondad y otros a la ira. Sé que hay quienes son capaces de prepararse y de elegir libremente; y sé que hay otros que se dejan llevar fácilmente, maleables, intolerantes con los distintos, temibles contra lo que desconocen, y que sólo hallan su norte si tienen cabestros que les guíen.

Hay quien nace serpiente y, algunos de los que nacieron por Euskadi, para que se supiera quiénes eran, se la pintaron en sus tarjetas de visita, trepando por un hacha amenazante. Entonces, se autoproclamaron nacionalistas y –en el colmo de la inconsecuencia- se dedicaron a destruir a su Pueblo. Luego, llamaron fascistas a los demócratas, mataron indiscriminadamente e hicieron llorar a miles de inocentes.

Y yo, como creo en el ser humano, en su dignidad, en su capacidad para hacer el bien, en los nacionalismos que construyen, en la Democracia y en los inocentes, pero tengo los pies en la tierra y sé también de tanto hijoputa suelto, siento necesaria la existencia de un Organismo Internacional que defienda los principios de la bondad, que salvaguarde todos los derechos individuales del Hombre y que, a la vez, posibilite la existencia en Paz y en Justicia, bajo el Imperio de la Ley.

Un Organismo, por ejemplo, como el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, para que en su Gran Sala de sabios y hombres buenos, puedan hallar la Justicia de los bienaventurados  aquellos inocentes que mueren sin causa alguna, y los que son avasallados porque no saben responderle a quien empuña un arma, y los pacíficos que todo lo soportan, y los que son perseguidos y acosados y vejados y extorsionados injustamente, y los que lloran sin consuelo. Una Gran Sala de sabios, en la que puedan sentirse bienaventurados todos los que necesiten creer en la Justicia porque, habiéndole arrebatado lo demás, aún les quede la esperanza en la Justicia.

Y como creo en todo esto, también creo que se han equivocado. Que esta vez, la Gran Sala de los sabios la ha cagado. Que esta vez, el Alto Tribunal se convirtió en un templo de mercaderes y la dignidad de los justos fue violentada. No se puede decidir a favor de la Justicia cuando se hace contra la Razón, contra toda lógica y contra la dignidad de los seres humanos.

Defender, sobre el derecho de tantos inocentes, a los que se prestaron voluntariamente al asesinato, a los que se entrenaron durante años para matar, a los que prepararon su crimen con tiempo y alevosía, a los que –sin reparar en gastos ni esfuerzos- quitaron la vida de tantos hombres, mujeres y niños; a los que brindaron con champán, para celebrar tanta carne quemada y huesos quebrados y vidas arrebatadas; a los que se rieron de sus jueces; a los que se envalentonaron en las cárceles; a los que nunca se arrepintieron; a los que siguen jactándose de tantos muertos,… Defender el derecho de todos estos individuos a una libertad que, cuando la tuvieron, la utilizaron para planear -tan concienzudamente- cómo arrebatar la vida a tantos y tantos inocentes es, sencillamente, una burla a la Razón, un esperpento, un atentado contra cualquier dignidad, una violación de todos los argumentos que pudieran ocurrírsenos justos.

Hoy, en Estrasburgo, se ha perpetrado un acto terrorista sin precedentes. Un acto que ha dejado  a cientos de víctimas inocentes,sin ni siquiera la esperanza de la Justicia.

El Tribunal Europeo de Derechos Humanos, esa Gran Sala de sabios –que hoy apesta tanto a mercaderes- confundió a las victimas. Abandonó a los huérfanos y a las viudas de tantos mártires de nuestra Democracia, para convertir en bienaventurados a los que nacieron serpientes y ahora sólo son asesinos hijoputas.

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2 Comentarios

  1. Luis Candelas
    Luis Candelas octubre 22, 17:15

    Summa lex, summa injuria, decía Cicerón. O sea, la aplicación de la ley al pie de la letra a veces puede convertirse en la mayor forma de injusticia. Parece que es lo que ha pasado aquí. Pero no hay que olvidar que la ley que endurece las penas por terrorismo no se aprobó hasta 1995, cuando los muertos por esta causa eran ya centenares. ¿En qué pensaron los políticos hasta entonces? ¿Y por qué? ¿No tuvieron tiempo para estas minucias? ¿Se debe aplicar una ley con carácter retroactivo? Tal vez Tribunal Europeo de Derechos Humanos no sea el único responsable del atropello.

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  2. Paco Fernández-Pro
    Paco Fernández-Pro octubre 23, 17:47

    Mi querido Amigo, me alegro de esta aportación que haces a la reflexión planteada. Lógicamente, son muchas las que podríamos abordar en este asunto; aunque una de las que tú citas, me parece de vital importancia: la conveniencia o no de aplicar una ley con carácter retroactivo. Permíteme, pues, que me detenga en ella un momento.

    Al respecto, se me ocurre una propuesta para la reflexión: Si es la propia Naturaleza de la Justicia la que nos exige cambiar una Ley (por injusta, por anticuada, por…), ¿sería conveniente aplicar lo antes posible las medidas – que ahora se saben justas- derivadas de la nueva Ley, aplicándolas también sobre todos los que sigan siendo damnificados -perjudicados- por la antigua ley (que ahora se sabe injusta)?

    Personalmente creo que, aunque la Naturaleza de la Justicia siempre es la misma en su calidad, en estos casos tan graves, la ejemplaridad en su aplicación –haciéndola ágil y efectiva-, resulta necesaria, ya que cobra un sentido de sinergia mucho mayor, al afectar de muchas y muy distintas formas a toda la Comunidad.
    Pongamos un ejemplo significativo: Si un país como Irán, cambiara de gobierno y, en aras de la Justicia, se dictaran nuevas leyes que abolieran la pena de muerte y la lapidación de las mujeres adúlteras, ¿no sería lógico aplicar esas leyes, no sólo de forma inmediata, sino también con carácter retroactivo para evitar, así, la muerte de quienes fueron condenados por las antiguas leyes, que ya se considerarían injustas?

    ¿No debe prevalecer la Justicia sobre la Ley?… Para mí, no sólo se trata de la Ley escrita en letras por los hombres y, por tanto, absolutamente vulnerable a la interpretación, a la tergiversación, a la manipulación, a la trampa del resquicio mínimo o el fallo administrativo (¿de qué vivirían, si no, los abogados?… con perdón…); para mí, se trata de la Justicia en sí, de la que dicta la Razón más simple. Ésa que me convence y nos obliga a defender el derecho de los más indefensos y, sobre todo, el de las víctimas frente a sus verdugos… Y pienso que ese tipo de Justicia, para que sea verdadera Justicia, para que pueda servir, realmente, a los inocentes y evitarles el dolor provocado, ha de aplicarse con inmediatez y, siempre, con carácter retroactivo (porque la no retroactividad, implica la permanencia de la injusticia)

    Más, como bien dices, Amigo mío (tú que sabes mucho más que yo de todas estas cosas), muchos jueces siguen ciñéndose a los grandes tópicos y siguen haciendo bueno el Summa lex, summa injuria de Cicerón: y, por seguir aplicando la ley al pie de la letra (en vez de la Razón y la Dignidad), seguimos sufriendo las mayores injusticias.

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