PARAFRASEANDO por Francisco J. Fernández-Pro
Empiezo confesándoles que me gusta leer a los sabios y que me encanta tomar lecciones de sus principios. Por eso, desde niño, comencé a citar a los grandes hombres, hasta que un día me sentí fatal cuando en una de aquellas frases leí: “Los listos escriben las frases para que los tontos las repitan”. A partir de entonces, abandoné la costumbre de la cita y me esforcé en el arte de la paráfrasis (que, aunque viene a ser casi lo mimo, como no lo es, me hacía sentirme menos tonto)
Pues bien, tantos y tan graves conflictos que están ocurriendo en nuestra España, en nuestra Andalucía y en nuestra propia Ciudad, originados y complicados torpemente por quienes deberían tener el deber de velar por nuestra tranquilidad, por nuestros intereses y gestionar lo que es de todos, me traen a la memoria un montón de aquellas reflexiones de grandes hombres que, estoy seguro, acabarían vomitando ante tanta estulticia. Y, por eso, hoy no quiero rescatarme de sus pensamientos; porque me parece buena idea intentar llegar con ellos (que no con los míos, que son mucho más pobres) a las neuronas o al miocardio de cualquiera de los individuos que nos gobiernan (que poco me importa que los mueva la razón o la sangre, el sentido o el sentimiento, en esto de ser razonables y de ser justos). Así que permítanme que suelte el parafraseo… ¡y ojalá que les roce!
A Rajoy, parafraseando una reflexión que pudo leerse en el monumento a las víctimas del 11-M, le diría que, aunque hace falta mucha fantasía para soportar tanta realidad, no debe aposentarse en ella: ya que una cosa es contar cuentos y otra, vivir creyéndoselos.
A Montoro, que no se cansa de pedirnos paciencia, le pediría a cambio un trabajo para cada español; más, si no lo hubiera, un milloncete de euros para cada familia… que ya nos apañaríamos nosotros como pudiéramos.
A Yolanda Sáenz de Santa María, le recordaría que una sonrisa es la manera más eficaz de mejorar las apariencias.
A Rubalcaba intentaría consolarlo porque, aunque me trae a colación la afirmación de Sigmund Freud, que decía que las dos formas de ser feliz en esta vida, es hacerse el idiota o serlo, como decía no sé quién, ser idiota no debe ser fácil con la competencia que hay últimamente.
A nuestra flamante Presidenta de la Junta, Susana Díaz, le advertiría que se dejara de ratoncitos y siguiera cultivándose, como le recomendó Griñán (¡qué malísimo Pigmalión te buscaste, hija!), ya que aunque la estupidez es para siempre, la ignorancia puede ser temporal.
Para la gente –sindicalistas o no-, que nos tomaron por imbéciles y, además, se irritaron con los artículos que les dediqué ex profeso, parafrasearía la sentencia que leí en la página cartelitoface de Internet, informándoles que hay veces en la vida que mandar a la mierda no es un insulto, sino una buena manera de ayudarle a cierta gente a encontrar su camino de vuelta.
Por estas latitudes ecijanas, a nuestro Alcalde, Don Ricardo, le advertiría que ignorar las cosas no las cambia; y, además, le certificaría (porque procuro siempre practicar esta máxima) que la mejor manera de crecer es rodearse de personas más listas que uno.
A mis excompañeros andalucistas le pediría una reflexión sobre un antiquísimo proverbio japonés (más todavía, después de la última -e incomprensible- metedura de pata en el teatro): poco se aprende con la victoria, pero mucho con la derrota;… y, además, añadiría de motus propio que, si es bueno pedir perdón, mejor aún es aprender antes cómo se hace (que el que pide perdón de verdad, ha de hacerlo sin soberbia, abandonando las armas y no intentando alancear mientras las rinde… ¡leche!)
Y, con la misma buena voluntad constructiva, a Juan Wic y a Fernando Martínez, les advertiría que las palabras hay que decirlas suaves y tiernas, porque el día de mañana puede uno tener que tragárselas.
Para aquellos que me critican o me advierten para que no escriba estos artículos sino otros, más literarios o menos arriesgados, parafrasearía a no sé quién que vino a decir, que si dejamos de hablar de política y nos refugiamos en las telenovelas y en las fantasías, corremos el riesgo de que cualquier día nos atropelle la realidad. Además que siempre me creí (¡tan ingenuo yo y tan empeñado!) eso de que la falsedad sólo vence o prevalece, cuando se rinden o se callan los que defienden la Verdad.
Para finalizar de alguna manera –y ya que estamos parafraseando a los que escribieron genialidades-, permítanme recomendarle a toda la derecha, la izquierda, el centro, arriba y abajo, a los sindicalistas y a los que no lo son, que pongan en práctica la fórmula más efectiva para poder ser libres y hacernos libres a los demás: ¡visiten las librerías!…. La lectura cura las estupideces.
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