Écija – El Portal Temático Cultural

Ceferino Aguilera

Lo maravilloso de los escritores, afirma Emilio Lledó, es que nos hacen memoria, no solo individual sino también colectiva. Somos memoria y lenguaje. Lo que aprendemos lo guardamos en la memoria, de forma que solo se aprende realmente algo cuando se recuerda: aprender de la figura y de la estancia de Miguel de Cervantes en Écija (1587-89) requiere, pues, recordarla y también actualizarla: el cervantismo como modelo de vida tiene ahora su nuevo ideal en el propio Cervantes, cuya perdurable imagen está llamada a prevalecer en el tiempo: Écija, como España, “sería mejor, más cívica, más urbana, más humana, si se asemejase más a Cervantes, si imitara más su ejemplo, si fuera más cervantina. Y el resto del mundo también” .

Consciente de que los seres humanos somos lo que la educación hace de nosotros, Francisco Martínez Calle (Begíjar, Jaén, 8 de julio de 1949), acaso junto a Marina Martín Ojeda3 (Écija, 1960) los mayores cervantistas ecijanos actuales, publica el próximo Día del Libro, 23 de abril, su novela El comisario de la Armada (Soluciones Color, 2020). En su afán por deleitar aprovechando, su vocación docente y su pasión por el conocimiento filológico lo lleva ahora a culminar, con este nuevo libro, su original trilogía literaria cervantina, ya iniciada con Cartas apócrifas a Sancho Panza (UNED, 2007. Ilustraciones de Fernando Vidal Ostos y José Luis Jiménez Sánchez-Malo; pronto reeditada en 2008 con portada de Rafael Amadeo Rojas), continuada después con Cartas apócrifas a Don Quijote (Soluciones con Color, 2018. Ilustraciones de Fernando Vidal Ostos) y coronada este año con El comisario de la Armada (2020), toda ella un sentido homenaje a la figura de Miguel de Cervantes Saavedra (Alcalá de Henares, 29 de septiembre de 1547-Madrid, 22 de abril de 1616), centro del canon occidental, novelista, poeta, dramaturgo, soldado y “comisionado por la Hacienda Real para el acopio de bastimentos con destino a la Armada” (pág. 21) entre 1587 y 1593.

Si ya entonces, en las dos primeras entregas de su trilogía, optaba Martínez Calle por el género epistolar, tan grato al humanismo renacentista y al mismo carácter conversacional del autor, para captar la esencia de la “humanidad”, de los valores morales, tanto del escudero Sancho Panza como del ingenioso hidalgo y caballero Don Quijote, en esta tercera parte, publicada doce años después de la primera y dos de la segunda, Francisco Martínez, acaso en su ciclo vital más fecundo, sereno y maduro, fija ahora, curtido ya desde sus 72 años, en las bodas de oro de su llegada a Écija el 20 de septiembre de 1970, su mirada literaria en la personalidad creadora de Miguel de Cervantes, voz esencial y principal protagonista del relato, cuya vida, obra y bibliografía crítica, ya muy copiosa, conoce profundamente el autor hasta transformarla en literatura, en obra de arte literaria, mediante un proceso creador que va de la vida del hombre Cervantes que vivió y murió, que se hizo personaje y que alcanzó la categoría de mito:

“Todos creemos saber cuál es el verdadero rostro de Miguel de Cervantes. Pero, ¿cuál es el rostro que recordamos? ¿El que el propio autor esculpió con palabras al inicio de sus Novelas ejemplares en 1613, que no es otro que el de Cervantes personaje? ¿O los centenares de retratos y representaciones que se han ido sucediendo desde 1738 hasta nuestros días, que han ido dando forma al Cervantes mito? El rostro del Cervantes hombre se nos escapa de las manos y del entendimiento. Es una construcción que vamos haciendo cada uno de nosotros, en ocasiones, mezclando las líneas y los gestos con los de don Quijote. Las representaciones gráficas que conservamos bien pueden entenderse como el triunfo del Cervantes personaje y del mito, lejos del Cervantes hombre, ese ser casi anónimo durante los Siglos de Oro”.

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