EN LA ILUSTRACION ESPAÑOLA Y AMERICANA, EL DIA 15 DE ABRIL DE 1887, EL ECIJANO BENITO MAS Y PRAT, PUBLICO BAJO EL TITULO DE: SEMANA SANTA EN SEVILLA, EL SIGUIENTE ARTICULO por Ramón Freire
Septiembre 2019
Ramón Freire Gálvez.
Seguimos con el segundo, cuando falta un día para la entrada del otoño, de los cuatro artículos que he recuperado sobre la Semana Santa de Sevilla, que dejó publicado en La Ilustración Española y Americana, el ecijano Benito Mas y Prat, en los años 1886, 1887, 1888 y 1889 respectivamente, que doy a la luz por separado, ilustrándonos con todos y cada uno de ellos, como era la Semana Santa hispalense, bajo el prisma y conocimiento de ella que tenía el escritor y poeta astigitano.
SEMANA SANTA EN SEVILLA
Primavera. Palmas y cierros. Las bordaduras de mantos. Visitas de Pasos. S. P. Q. R. Las cruces.
Hay algo que llama al viajero a las márgenes del Betis, cuando se ha realizado el misterio del equinoccio, cuando se han cubierto de estrellitas blancas las ramas descarnadas de los damascos y los almendros, cuando han empezado las violetas a llenar los cestos de los floreros de la calle de las Sierpes y a cubrirse de tiestos de colores los terrados de las casas de nuestros dos barrios flamencos.
Hay algo que llama al viajero a las márgenes del Betis, cuando se ha realizado el misterio del equinoccio, cuando se han cubierto de estrellitas blancas las ramas descarnadas de los damascos y los almendros, cuando han empezado las violetas a llenar los cestos de los floreros de la calle de las Sierpes y a cubrirse de tiestos de colores los terrados de las casas de nuestros dos barrios flamencos.
Ese algo es sin duda el cielo azul y deslumbrador, que es como la antítesis del cielo de Londres; la animación de las fiestas, que se unen en esa época y que, antitéticas a su vez, ofrecen ora la melancolía de las meditaciones cristianas, ora la alegría y el desenfreno de las ferias y solemnidades del paganismo; ese algo es, en fin, la belleza de nuestro suelo, la gracia de nuestras mujeres, lo templado y agradable de nuestro clima, “la sal de María Santísima”, como me decía el año pasado un yankee, haciendo un estropajo de su lengua.
La primavera en Andalucía se muestra en la plenitud de su poder y de su largueza, reparte a granel la luz y la savia fecundante, derrama su copia de rosas por los lugares más áridos y pone en las arterias glóbulos de fuego.
El contraste que ofrecen las fiestas primeras de Abril con el aspecto deslumbrador del escenario en que éstas se desarrollan, es acaso un nuevo encanto que el turista se encarga de paladear sin que advierta el menor antagonismo. Sin embargo, ¿cómo la severidad de la Semana Santa encuadra en el risueño marco en que aquí la coloca la Naturaleza? No busquemos la razón de esta antinomia; ello es que, religiosa como ciudad ninguna, Sevilla sacrifica los primeros días de Abril en aras de sus tradiciones y de sus creencias, y los sacrifica con entusiasmo, porque el andaluz, que tiene sangre africana en las venas, es impetuoso como el agareno, lo mismo para creer que para amar, tanto para adorar a Dios como para matarse por su dama.
Cuando suenan las campanas de ascua, cuelga la cruz y el cilicio, y toma el crótalo y la guitarra. Al ayuno sigue el hartazgo, la juerga a la penitencia, al porche del templo la casilla de la feria. Al terminarse los oficios del Sábado de Gloria, se descargan las armas de fuego y se cargan las conciencias de pensamientos mundanos.
Las fiestas de Semana Santa, que tantas veces hemos descrito en estas columnas, tienen cada año nuevos incentivos, y repitiéndose su fama de pueblo en pueblo, provocan una verdadera peregrinación exótica, que viene a darle originalidad y universalidad al propio tiempo.
ARTÍCULO COMPLETO EN FORMATO PDF:
★BENITO MAS Y PRAT, PUBLICÓ EN 1887: SEMANA SANTA EN SEVILLA por Ramón Freire
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