PERSONAS CON RECTITUD MORAL SIEMPRE SON NECESARIAS EN LA SOCIEDAD, ESPECIALMENTE EN LA VIDA PÚBLICA Y MÁXIME EN LA JUDICATURA por Fernando Martínez Vidal
Hace muchos años, cuando ejercía como abogado, en un pleito en el que el despacho en el que yo trabajaba defendía a una de las partes, el magistrado encargado de enjuiciar el asunto se abstuvo de hacerlo. Adujo que mantenía una amistad con la otra parte, lo suficientemente cercana como para sentirse privado de la imprescindible imparcialidad que todo juez ha de observar al impartir justicia. Desde nuestra posición, no éramos conocedores de esa circunstancia, de modo que aquel joven juez actuó de motu propio, y con ese gesto tan honroso de inhibirse, demostró que su código deontológico como profesional estaba, como poco, al nivel de sus conocimientos técnicos. Desde que dejé de ejercer no sé nada de él, deseo que le haya ido muy bien en la carrera judicial, porque personas de esa rectitud moral siempre son necesarias en la sociedad, especialmente en la vida pública, y máxime en la judicatura, garante en última instancia de los derechos de todos nosotros.
Enrique López, virtual consejero de Interior, Justicia y Víctimas del Terrorismo del nuevo gobierno de Madrid a propuesta del PP, tiene todo el derecho del mundo a profesar las ideas o las preferencias políticas que mejor le parezcan, las que le dé la gana. Pero cuando, ejerciendo como magistrado en la Audiencia Nacional, tenía que enjuiciar los casos Bárcenas y Gürtel, con el PP directamente acusado como partícipe a título lucrativo (acabó siendo condenado como tal, sabido es), López se negó a inhibirse, rechazó de manera contumaz hacerlo, pese a que su estrecha afinidad con el partido conservador era manifiesta, pública y notoria. Al margen de haber participado de forma regular y continua en numerosos cursos, jornadas, seminarios, impartidos por FAES, la fundación depositaria de las esencias ideológicas del PP (me resisto a calificar algo tan rancio con un anglicismo relativamente moderno como ‘think tank’), había sido de la mano de ese partido cómo había medrado en la carrera judicial, llegando a ser miembro del Tribunal Constitucional a propuesta suya -si bien se vio obligado a abandonar la institución antes de tiempo y por la puerta trasera, a raíz de un lamentable y bochornoso incidente de tráfico-. A pesar de esas evidencias, López no tuvo la probidad, la decencia de abstenerse, y tanto él como Concepción Espejel, también habitual colaboradora de FAES y que tampoco se había inhibido, forzaron a sus compañeros de la Sala de lo penal a apartarles del caso a los dos, aceptando así la recusación que las acusaciones habían formulado ante la negativa de hacerlo por iniciativa propia de ambos magistrados. Con el agravante en lo que a López concierne respecto a su compañera Espejel, de que su propuesta como magistrado del Constitucional había sido apoyada hasta por cuatro de los acusados. Ni por ésas.
Como ya se ha dicho, a este señor le amparan las mismas libertades ideológicas, de pensamiento, que a cualquiera ciudadano. Pero, a diferencia de su colega juez cuyo caso he referido al principio, López ha demostrado ser una persona cuya ética profesional, cuyos patrones deontológicos, distan un abismo de ser, no ya los óptimos, sino siquiera los mínimos exigibles. Espero en base a todo ello que C’s, la segunda pata del flamante -no sólo por nuevo, también por achicharrado- gobierno regional madrileño, antaño tan exigente con sus socios cuando éstos eran otros, recupere su discurso de la regeneración, hoy por hoy, más muerto que Elvis Presley, y mantenga lo que decía sobre las puertas giratorias en el caso de los jueces metidos a políticos, para que de ese modo, Enrique López no se pueda volver a poner la toga y las puñetas de juez con la misma facilidad con la que se ha enfundado el traje de consejero del PP. Ciertamente, da casi apuro confesarlo, no me hago muchas ilusiones en esa dirección. También dijeron los Rivera Boys & Girls que con Vox no irían ni a la esquina, y hoy se ha visto muy cómodos juntos en la toma de posesión de Isabel Díaz Ayuso a Ignacio Aguado, representante de la referida segunda pata, y a Rocío Monasterio, lideresa de la tercera, evidenciando una vez más y por si hiciera falta, que lo de Colón de hace seis meses no fue una coincidencia casual, sino más bien causal.
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