CAPÍTULO XLIX:DE ALGUNOS HECHOS, SUCESOS, ANÉCDOTAS Y OTRAS NOTICIAS RELACIONADAS CON LA CIUDAD DE ECIJA: ANTONIO GARFIAS, EL PERRO CURRO, NIÑO HERIDO POR UN LEÓN… por Ramón Freire
Abril 2018
Ramón Freire Gálvez
Después del paréntesis biográfico a que se refería el capítulo anterior, retomo las noticias y esta que viene es curiosa. Pero antes de traerla a este, les voy a contar una anécdota. Mi padre, cuando llegaban las ferias de Écija, le hacía mucha ilusión y a nosotros, sus muchos hijos, también, pues recuerdo nos llevaba al circo que, cada año, se instalaba en la feria.
Mi padre, me enteré muchos años después, compraba entradas en primera fila porque uno de los rifaores que, en los intermedios, sorteaban premios, era Rafael “El Pinelo”, amigo y vecino del barrio (la verdad es que a mi hermana María del Carmen, la única niña en aquellos años, le tocaba siempre una muñeca, sería suerte, ¿digo yo?
Pues bien, cuando los montadores instalaban la jaula circular donde los leones y demás animales circenses harían los números, nosotros estábamos ansiosos que saliesen, sobre todo los leones, porque los íbamos a ver muy cerca, pero en una de las funciones, uno de los leones, de grande melena rubia, se orilló a un lateral de la jaula circular, muy cerca de nosotros, levantó su patita y echó, dicho sea en términos coloquiales, una “meada”, que a mi padre le cayó sobre el pantalón.
Aquello no era un padre, era una persona que, de no existir la jaula, se hubiese comido al león y al domador, por cierto este le pidió disculpas, pero entonces como no había seguros de responsabilidad en esos temas, fue mi madre la que, en casa, tuvo que limpiar la micción del rey de la selva.
Voy con la noticia que aparece en La Vanguardia Española, del miércoles 20 de Mayo de 1970 y dice así:
“NIÑO HERIDO POR UN LEON. Écija (Sevilla) 19. El zarpazo de un león produjo heridas diversas al niño de 9 años Francisco González del Corral Martín. Se produjo el accidente cuando el pequeño se acercó demasiado a la jaula de un león, que era exhibido en el Zoo, de un circo ambulante instalado en esta ciudad. Cifra”.
Sigo con un homenaje de recuerdo a dos personas, que los Jueves Santos de cada año, dejaron una huella indeleble en dos de las cofradías ecijanas que realizan su peregrinar dicho día de nuestra Semana Santa. Los dos, Antonio de nombre, uno Antonio Armesto Hidalgo, conocido por “El Ciego de la Solita”, otro Antonio Garfias Rodríguez, aquel su devoción al Cristo de
Confalón, este al Cristo de la Sangre; aquel en la plaza de Puerta Cerrada, este en la Plaza de Colón; en ambos un mismo sentimiento cristiano hacia distintas
advocaciones, pero los dos dejaron huella como decía en la Écija Cofrade.
El primero, fallecido el año de 1953, era digno de escuchar en Puerta Cerrada, a la altura de La Grillera, cantarle saetas al Cristo de Confalón. El segundo, poeta de altura, fallecido en 1954, fue autor del primer poema al Cristo de la Sangre, titulado “Sangre, Sangre, Sangre”, escrito en una hoja de cuaderno que guardaba mi buen maestro y amigo Juan Antonio Gamero Soria y que tuve la dicha de recibir una copia del mismo, como regalo personal que me hizo.
Pues de ambos ecijanos, el gran poeta Manolo Mora, en su sección titulada “Angulo”, dejó escrito su reconocimiento hacia ambos Antonio, en un artículo que he recuperado, del Semanario Écija del 1 de Marzo de 1966, cuando ya los dos habían fallecido y decía así:
“Pareja de Antonios idos. Ahora, cuando una especie de almendritos bellos y recién plantados en nuestras ajardinadas plazas, nos ofrecen con su flor el anuncio de una primavera de incienso y de mantillas, porque una Semana Santa nos llega con ella, viene a nuestro recuerdo las entrañables figuras de dos amigos idos.
Personalidad, recio y puro poema en su alma dolida, a cuestas siempre con el verso y el abrazo. Antonio Garfias (a quien corresponde la foto adjuntada), se nos aparecía cualquier Jueves Santo por “Colón”, con la emoción de su plegaria en décimas, mirando y casi cantándole al Cristo de la Sangre; algún gitano de Zamoranos le había ofrecido una copa y él, alisándose sus cabellos brillando a la luna, con quiebros de cante grande, decía sus estrofas bellísimas, sentidas, emocionantes, que hablaban de bronces y agonías, de galopes de redención de amor entre los hombres.
Otro Antonio de nuestras Semanas Santas idas, era el Ciego Armesto, con sus ojos de nubes y su pañuelo temblando en el viento de Puerto Cerrada, con sus saetas únicas, encorvado en un balcón cualquiera, con el brazo en el cuello de un cicerone amigo, hablándole al Cristo de Confalón por seguirillas que fabricaban y rompían un silencio, por los yunques dormidos y las esperanzas de libertad de los quincenarios cantores de perdón.
Un mucho de arte y de bohemia, de sensibilidad, de popular admiración, de romance permanente, la de estos dos amigos, figuras señeras en nuestras Semanas Santas de los años treinta, que hoy repasando nuestros afectos vencidos por la vida, viene a nuestra memoria, como una oración y un homenaje, en las vísperas del paso ante nosotros de nuestros Cristos y Dolorosas, a los que ellos volcaban todos los años de su arte y su pasión, su devoción y su esperanza”.
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★CAP. XLIX:DE ALGUNOS HECHOS: ANTONIO GARFIAS, EL PERRO CURRO, NIÑO HERIDO POR LEÓN… por R. Freire
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