BUSTAMANTE por Francisco J. Fernández-Pro
Las dos largas décadas en las que anduve en la enramada de la Política “activa”, me enseñaron a discernir sobre las grandes diferencias que existen entre las Ideologías y las Ideas, entre los Partidos Políticos y los Sistemas que desarrollan o entre los propios partidos y los hombres que militan en ellos.
Fue por entonces cuando aprendí a enfriar la sangre en las discusiones y, en lo posible, apartar filias y fobias para echar mano de la Razón y poder dotarme de mayor lógica a la hora de argumentar mis posiciones… y no tengo dudas de que fue esto, precisamente, lo que, al final, me indujo a salir escopeteado de toda aquella marabunta.
En aquel tiempo tuve la suerte de compartir Corporación con magníficos compañeros andalucistas (algunos entrañables ya desaparecidos, como Marcelino Fernández Piñón, Julián Álvarez Pernía, Conchi Sarmiento, Fernando Luna o Jesús García de Soria), pero también viví la ocasión de trabajar con adversarios políticos de talla personal incuestionable; socialistas como Fernando Martínez Ramos, Pepe Ferrero, Pedro Zoido, Paco Martínez Calle; populares, como Carlos Muñoz Cillero, Paco Díaz, Ricardo Gil-Toresano… y, entre los comunistas, dos concejales sobre los demás: mi siempre admirado Antonio Salazar (un hombre íntegro hasta la renuncia) y Salvador Bustamante.
Aunque, como escribí en artículos anteriores, creo firmemente que en la Sociedad española de hoy en día, el Comunismo vendría a ser como las antiguas cataplasmas en los estudios cromosómicos de la Biogenética aplicada a las Ciencias Médicas, sin embargo los individuos que militan en él, precisamente por mantener la firmeza de los dogmáticos, suele ser gente de espíritu inquebrantable y absoluta entrega, dotados de una entereza envidiable a la hora de defender las posiciones que les señala su partido… y, por extraño que parezca, estas cualidades, trasladadas a la vida personal, pueden llegar a convertirse en magníficos pilares para el desempeño de cualquier actividad… y eso, a nivel laboral, se transforma en virtud.
Salvador Bustamente Noguera es un hombre convencido de su Ideología, que trabaja por ella y al que el tiempo –como a casi todos- fue mejorando en su templanza. Desde aquel chaval impulsivo del Instituto “San Fulgencio” de los años setenta y su paso por el PC-ml de la Mesa Pro-Hospital Comarcal, a comienzo de los ochenta, a su definitivo paso al primer plano de la Política Municipal, ya en la década de los noventa del pasado siglo, Salvador fue adoptando posturas cada vez más dialogantes, hasta el punto de convertirse en uno de los concejales de referencia durante aquella época. Su dialéctica clara y concisa (menos directa que la de Salazar, pero también menos populista que la de Villasanta y más informada que la de Loli Rodríguez o David Delis), su ánimo dispuesto al diálogo (aunque no siempre a los acuerdos), su actitud, su propia gestualidad, lo hacían un personaje amable.
Pero, además, Salvador Bustamante Noguera es profesor y este mes ha sido reconocido por el Ayuntamiento de Fuente Palmera, debido a su labor docente en el Colegio “San Isidro Labrador” del Villar, donde llegó casi cuando desembarcaba también en nuestro Ayuntamiento.
No me extraña en absoluto este reconocimiento. Como dije antes, hay cualidades individuales en un comunista que, a veces, en ciertos ámbitos de la vida pueden llegar a convertirse en virtud. El Ayuntamiento de Fuente Palmera, ha considerado que esa bonhomía y esa constancia de la que hablábamos, Salvador la supo trasladar a las aulas y es lógico que, quien puede, haga honor a quien se le debe hacer. Es lo justo. A fin de cuentas, tengo para mí que su imagen –casi desgarbada, pero serena-, es parecida a la que todos tenemos grabada del antiguo maestro al que se refería Antonio Machado en su “Recuerdo Infantil” (“Una tarde parda y fría/ de invierno. Los colegiales/ estudian. Monotonía/ de lluvia tras los cristales…”)
Enhorabuena a Salvador (mi honorable adversario de tanto tiempo) y enhorabuena al Ayuntamiento hermano de Fuente Palmera por haber sabido reconocer el mérito de quien lo tiene..
Al César, lo que es del César.
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