CAPÍTULO XXVII: DE ALGUNOS HECHOS, SUCESOS, ANÉCDOTAS Y OTRAS NOTICIAS RELACIONADAS CON LA CIUDAD DE ECIJA, ENCONTRADAS EN LAS HEMEROTECAS ESPAÑOLAS por Ramón Freire
Mayo 2017
Ramón Freire Gálvez.
Dentro de poco recibiremos (lo digo por la calor) un nuevo verano ¿será como el caluroso del 2016? No sé, pero lo que sí es verdad, ya sea producto de las comodidades que tenemos, del cambio climático, del exceso de gases al exterior, de lo que sea, cada vez lo aguanto peor y es verdad que produce insomnio, por lo menos a mí en algunas ocasiones.
Y al hilo de esto, pienso que a los moradores de la Écija del primer tercio del siglo XX le ocurriría igual, o al menos, a sus visitantes, que extrañarían muy mucho tan altas temperaturas, hasta el extremo de que a alguno le produjo lo que denominamos, como efectos de sonámbulo y para ello, acudimos a una noticia relacionada con dicho efecto, muy extensa y un poco despectiva hacia nuestra ciudad, publicada en La Correspondencia de Valencia del 21 de Julio de 1928, aclarándoles que las frases contenidas entre paréntesis son de mi cosecha de rebeldía ecijana, y dice así:
Actualismos.
Otro sonámbulo. En Écija, un pueblo topográficamente vulgar (gratuita y subjetiva afirmación del periodista, digo yo) hasta que a siete niños cándidamente traviesos les dio por hacer unas cuantas exhibiciones romántico-aventureras al estilo de “El Pernales” y el vulgo los elevó a la dignidad de bandoleros, ha ocurrido recientemente un lance algo cómico, que bien podemos denominar “paso de sainete con gotas de vodevil”. En esa plaza exigua, mísera (sigue el periodista de turno largando estupideces e incultura sobre nuestra ciudad) y que paradójicamente se llama Mayor, en esa plaza, repetimos, que tienen la mayoría de los pueblos pequeños (ya quisieran, reitero yo), sean o no la excelsa cuna de siete bandidos que pasaron a la historia con algo de pasmo y hominicacia, hay un hotel, el Hotel Comercio, donde es de rigor que se alojen durante unos días viajantes aburridos, señores desocupados, algún que otro “punto filipino” y más de un simpático tratante en cueros.
El calor en este pueblo, según las noticias que tenemos, se deja sentir con extraordinaria intensidad. Cuando más religiosamente se escuchaba un pasodoble torero y fanfarrón, uno de esos gallardos pasodobles capaces de hacer enfebrecer de entusiasmo y heroísmo hasta al mismo Cagancho, unos cuantos mirones, los eternos ociosos que hasta a misa van no creyendo en Dios, con tal de ved si se pesca algo.
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★CAPÍTULO XXVII: DE ALGUNOS HECHOS, SUCESOS, ANÉCDOTAS por Ramón Freire
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