El aceite de Roma procedía de Astigi (Écija)
Reproducimos a continuación dos publicaciones que tienen que ver con el aceite que llegaba en la antigüedad a Roma.
El aceite de Roma venía de Astigi (Écija). En la época clásica el río Genil era navegable y transportaba en barcas hasta Sevilla las ánforas que luego iban por el Guadalquivir hasta Ostia y se derramaban por el imperio entero.
La clave era el transporte.
El aceite español llegaba a las legiones del norte de Europa, de Asia, de África.
Toda la llanura astigitana era de olivar y en las orillas fluviales los alfares trabajaban a destajo para convertir el limo en recipientes.
Las vasijas se terminaban en forma de pico y se clavaban en la arena con las que se estibaban las bodegas de las embarcaciones.
Tantas se exportaron a Roma que, de aquellos restos de cerámica nació una colina entera en tierra de Itálica. Les cuento esto porque tengo los ojos llenos de la belleza arqueológica de Écija.
Del artículo: Un mar de aceite - Cristina López Schlichting – La Razón
HISTORIA DEL ACEITE DE OLIVA EN EL IMPERIO ROMANO
El gran florecimiento del cultivo del olivo, vino aparejado con la expansión de todas las culturas. Ya fueran los fenicios y los griegos quienes implantaron su cultivo en la Península Ibérica. Sin embargo, la gran expansión y mejoramiento del cultivo del olivo se debió a los romanos, quienes lo llevaron a todas sus colonias, donde podía desarrollarse. Las técnicas de cultivo y poda ya están ampliamente documentadas y recogidas magistralmente en los libros de agricultura de Catón. En el imperio romano, el olivo y sus ramas eran símbolos de paz, fertilidad y prosperidad.
Los romanos propagaron el cultivo del olivo por tierra mediterráneas europeas, mientras que los tirios, de origen fenicio y fundadores de Cartago, lo hicieron por el norte de África. Cuando los romanos vencen a los cartagineses y se apoderan de lo que hoy son los países de Magreb, había en Tunicia extensos olivares. Los cartagineses fueron buenos agricultores y transmitieron sus saberes y experiencias a las tribus beréberes y númidas de lo que hoy constituye el oriente de Argelia.
El cultivo del olivo, como el de la vid y otros frutales, contribuyo a la sedentarización de las tribus nómadas norteafricanas. Los nuevos conquistadores, los romanos, estaban tan interesados en la agricultura como los propios africanos sedentarios; los primeros porque deseaban mantener la paz, así como el abastecimiento de las ciudades y legiones del imperio. Los segundos porque querían enriquecerse aprovechando la coyuntura de la paz que solo los romanos podían garantizar frente a las invasiones de tribus nómadas. Todas estas circunstancias contribuyeron a la mejora del cultivo del olivar.
Los romanos al igual que los griegos frente a la coronas de laurel con que recompensaban a sus militares victoriosos, premiaban con coronas trenzadas con ramas de olivo a los ciudadanos que se habían distinguidos por haber prestado a su patria servicios extraordinarios. Numa segundo rey de roma, bajo cuyo reinado se disfrutó de una larga paz, se representaba siempre con una rama de olivo en la mano. Como en el caso de la paloma que soltó Noé después del diluvio y que regreso al arca con una ramita de olivo en su pico, para indicar que había pasado la cólera divina, una vez mas el olivo es el símbolo de la paz, de cultura y de progreso.
Avienus, autor romano preocupado por el cultivo del olivo y buen conocedor de Hispania, en su libro Ora Marítima llama al río Ebro, Oleum Flumen, es decir, río de aceite. Durante el bajo imperio romano el cultivo del olivo se extendió por todo el litoral mediterráneo; es casi seguro que Rosas, Ampuria y Tarragona constituyeron los lugares por donde se introdujeron en Cataluña y Aragón los olivos, tan corrientes debían ser en toda la península que, el emperador Adriano, adoptó como el símbolo de la Hispania romana una gran rama de olivo.
El aceite de oliva de la Bética gozó en época romana de merecido prestigio. Hay una colina muy cercana al puerto de Ostia, llamada Monte Testaccio que, según dice el conocido arqueólogo Dressell, está formada por una serie de estratos de restos de ánforas romanas, fabricadas en Hispania, que se empleaban para el transporte del aceite de oliva a Roma como se deduce de sus marcas y características. El estudio de este material ha permitido reconstruir la historia del aceite de oliva en los tres primeros siglos de nuestra era. El aceite de oliva de Hispania se conocía en todo el mundo occidental romano, sus vías comerciales naturales eran los grandes ríos: Ródano, Garona, Rin, Danubio, etcétera. A través del Canal de La Mancha y hasta finales del siglo II, todo el aceite exportado a Britania procedía de la Bética.
Información: Sabor artesano
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