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LA LOCA DEL CUNI por Francisco J. Fernández-Pro

LA LOCA DEL CUNI por Francisco J. Fernández-Pro
febrero 02
02:40 2015
Fco. Fernández-Pro

Fco. Fernández-Pro

Un día que caminaba por el Cerro, a la altura del Bar Avenida y que mi Pensamiento, como casi siempre, andaba refugiado no sé donde, me topé con uno de los tontos del pueblo. Parecía ir por otro camino pero, supongo que al ver mi inoportuna mirada de lástima, me detuvo con un gesto bobalicón y yo -supongo que por esa lastimosa lástima- no hice intención alguna de marcharme y me quedé a escuchar lo que decía.

Joseph Brodsky afirmaba que la verdadera historia de la Conciencia comienza con la primera mentira; por tanto, supongo que cuando no se es consciente de la mentira, cualquier disparate puede convertirse en una realidad para la conciencia. Pero como, además, yo creo injusto evaluar con nuestras razones las realidades en las que se desenvuelven los demás, pensé –escuchando aquellas razones- en la terrible injusticia que podemos estar cometiendo con todos estos hombres y mujeres que deambulan por nuestras calles, viviendo sus realidades con la mayor certidumbre de la que son capaces, aunque sus certezas nosotros las consideremos disparates.

Mientras continuaba mi camino hacia El Puente, pensé en la locura de estos seres que viven y se afanan por construir -en éste- un Mundo a medida de sus obsesiones que, a veces, hasta resultan ser deliciosas, pero por las que los señalamos -sin que a ellos les importe un carajo- como los “Tontos del Pueblo”; y, entonces, con toda mi admiración, recordé a los que conocí

(………….)

Entre todos los seres magníficos y especiales que he conocido y que comparten la virtud de la monomanía, hay uno que me causó siempre una gran ternura: la llamaban la Loca del Cuni.

Pequeñita y, aparentemente insignificante, se sabía estirar magistralmente cuando elevaba su barbilla sobre la punta de la nariz de forma inverosímil – como si pudiera mirarse la propia espalda-, a la vez que con los brazos desmadejados, bailaba sobre una de sus muñecas una pequeña mano de fregona disimulada, mientras que la otra la descansaba indolente -pero siempre tensa en el artificio de la posición ensayada- sobre su ancha cadera de mujer de pueblo.

Se teñía el pelo con tinte barato (algunos decían que con agua oxigenada y otros que con azafrán “Carmencita”) y trataba de disimular con polvos y potingues –en las que gastaba todo lo que tenía- la piel ajada de su rostro, surcado por sádicas arrugas.

Así paseaba siempre, emperifollada, contoneando su cuerpo en busca del halago y el piropo que sólo arrancaba del burlón de turno, pero que a ella, en su locura, le servía para sentirse deseada. ¡Qué cruel resulta a veces la Naturaleza, que reparte la belleza con tan poco tino!

En su corazón de mujer, ella intuía que le asistía el derecho arrebatado de ser hermosa; era consciente –eso creo- del injusto y arbitrario designio que la condenaba  a no querer reconocerse en el reflejo de sus espejos y por eso se rebelaba en su locura: se emperifollaba como si nada y, con su justificado inconformismo, contoneaba su cuerpo pícnico, a la vez que gesticulaba simulando a la actriz o a la aristócrata que la seducía y a las que veía invadir, con sus ñoñas frivolidades, la pantalla del televisor o el papel cuché.

La “Loca del Cuni” (nunca supe cómo se llamaba), paseaba por Écija mirando de soslayo a los hombre que pasaban por su lado. Cuando algún desaprensivo, para provocar su cómica reacción, le dedicaba un requiebro insospechado o una frase elogiosa, ella se crecía hasta el infinito. Después, al día siguiente, redoblaba el esfuerzo y la locura para mostrarse más hermosa aún: porque ella necesitaba mantener enamorado al amor.

Querida amiga, ¡qué hermoso te debía parecer creer en los hombres!

(“Los Tontos” de TESELAS PARA UN MOSAÍCO, 2009)

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10 Comentarios

  1. JUBILADO
    JUBILADO febrero 03, 23:37

    Estimado Sr. Fernandez Pro; su artículo evoca en mi memoria perdidos recuerdos de este personaje (personaja, diría Bibiana)que se remontan a mi ya lejana juventud. Ella pululaba por las cuatro esquinas del Carmen y por Puerta Cerrada. Por alli la recuerdo, rubia de extraño bote, delgada, enjuta, respondiendo a los exabruptos de los chavales desaprensivos. Pero viva y palpitante, formando parte del paisaje urbano, de tal modo que cuando falleció, algo desapareció de nuestro entramado emotivo.

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  2. Paco Fernández-Pro
    Paco Fernández-Pro febrero 04, 00:41

    Estimado amigo JUBILADO, para mí tengo que todas estas personas -tan singulares, tan entrañables- porque forman parte de nuestros recuerdos de infancia y de juventud y, sobre todo, de la parte de humanidad con la que impregnamos -desde una perspectiva mucho más justa- la madurez de nuestra conciencia, forman parte inevitable -y deseable- de nosotros y nuestras historias.
    Un saludo muy cordial.

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  3. María de López
    María de López febrero 04, 08:50

    Estimado Maestro;esa mirada de soslayo que usted hace a las teselas no ha traído a mi vaga memoria el recuerdo de esa locura con forma de mujer. Por mi edad, o insisto por mi vaga memoria, hoy soy incapaz de poner cara a la protagonista de tan hermoso encomio. Pero sin duda la ha dibujado en mi mente con tan perfectos trazos, que sería capaz de esbozar su rostro.
    Seguro que ni su locura o tontuna era tal. ¿Tontos del Pueblo? Recuerde aquel trabalenguas o dicho que rezaba:” Hay tontos que tontos nacen, y tontos que tontos son, y tontos que tontos hacen a los que tontos no son”. Ya lo decía un loco ingenioso, de apellido Einstein, “cada día sabemos más y entendemos menos”. A “la Loca del Cuni”, imagino que como a todos los que tenemos una brizna de locura, era sólo cuestión de entenderla.
    Salud

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    • Paco Fernández-Pro
      Paco Fernández-Pro febrero 06, 01:32

      Mi muy admirada Doña María de López, no udo yo que su memoria no le falla, sino que es su edad -que no es tan larga- la que difumina el rostro de esta maravillosa criatura de mujer.
      Más, como bien dice vesa merced, la locura no es patrimonio de nadie, sino de todos… y peor es quien anda cabilando en la maldad; que, como le dije, la locura es cuestión de una monomanía que nos absorbe el seso, sin mayor mal que el que le produce a uno mismo, por no poder alcanzar un sueño.
      … y, con su permiso, y ya que estas letras -que califiqué de trashumantes- nacieron por su voluntad de que cambiara mi discurso durante un tiempo, permítame regalarle en el próximo capítulo, un nuevo personaje que conocí y del que, quizá, sí guarde mejor memoria.
      Beso su mano.

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  4. Luis Candelas
    Luis Candelas febrero 04, 11:12

    Precioso el texto, por su forma y por su fondo. Yo también pienso que la verdad no existe, pero sí el camino que nos lleva a ella. Cada uno su monta su verdad (y cada grupo también) aunque todos solemos pretender que la nuestra sea la verdad verdadera para todos. Lo que parece seguro es que cada uno la busca donde y como puede y, si coincide en el camino con la mayoría, se dice que esa verdad es la auténtica, la que no se aparta de la norma, la normal. Pero desde luego todo depende de cuál sea esa normalidad, lo que muestra la mayoría. En un país de nariz grande lo normal es ser narizotas, y en otro donde sucede lo contrario lo normal es tener una nariz chata. Y a veces, cuando uno mira a su alrededor, se pregunta si está desacertado quien es subnormal por estar por debajo -lo mismo sucedería por encima- de la norma. Cada uno es feliz como puede, y dejar que los demás lo sean, si no te dañan, posiblemente debería ser también lo normal. Cosa que no siempre sucede. Es lo que me ha sugerido este mensaje.

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    • Paco Fernández-Pro
      Paco Fernández-Pro febrero 06, 01:38

      Querido Maestro, con los mimbres que señalas inicié .cuando escribí TESELAS PARA UN MOSAICO-, esta serie de imágenes o retratos, de la gente que admiré por sus monomanías y a los que tuve la enorme suerte de conocer y -mayor fortuno aún- la de poder reflexionar, pasado el tiempo, sobre sus monomanías, que fueron los verdaderos motores que animaron e iluminaron sus existencias (y, como bien dices, cada cual tiene sus razones y sus propias luces)
      Un abrazo.

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  5. antonello
    antonello febrero 05, 17:45

    precioso relato amigo paco, algunos tontos no son tantos, enbelezado con la loca del cuni.

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    • Paco Fernández-Pro
      Paco Fernández-Pro febrero 06, 01:43

      Gracias, antonello:
      No sé si alguna vez llegaste a conocer a esta mujer: si lo hiciste, me alegro de habértela recordado; si no la conociste, me alegro mucho más aún, por habértela podido trasladar despertándote la admiración por cómo fue y por cómo sentía.
      Un saludo muy cordial.

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  6. Martín Jaime
    Martín Jaime febrero 06, 20:42

    La Loca del Cuni, El Loco de la Botella, El Barriga, El Pirata, Quicote, Antonio el de Santa María… Gracias por recordármelos. Siempre les he tenido especial cariño. De chiquitillo, y gustándome tanto andar solo por nuestra ciudad (otro loco más), me sentía mucho más seguro cuando me cruzaba con ellos, que además son personas de horario fijo y sabías a qué hora iban a pasar por tal sitio, que si de lejos me venía venir a algún heroinómano, mucho más peligrosos, tristemente, por aquellas fechas.
    Permítame decirle que usted para mí también ha sido un loco, que no un tonto. Recuerdo ser chiquillo, estar en una de las casetas de Feria (voto que era la de Mayo, cuando se montaban en la Avenida de Andalucía), en concreto esa caseta a la altura del campo de fútbol. Le había visto a usted por la calle antes, pero aquel día (yo debía contar con 8 años “tó lo má”), usted representó “Ganas de Reñir” en el tablao de la caseta. A mí, como niño, sólo me divertía la feria para los cacharritos, los algodones dulces y los aparatitos que comprábamos en los puestos; pero también me divirtió su actuación, su representación. Tanto es así que nunca se me ha olvidado, y aún la disfruto en mi memoria. Fue lo único que me hizo sentar mi culo inquieto en aquella feria.
    Desde entonces, usted se convirtió en el loco de Écija que más me ha hecho reír con su acento, su arte y su cara de mosqueo simpático.
    Aquel día en la caseta le pregunté a mi madre: “¿Ese señor gordo por qué se ha subido ahí y por qué está discutiendo con esa mujer?” Y mi madre me dijo que le escuchara a usted, y que vería cómo me iba a reír. (Para que usted vea que ni siquiera sabía lo que era el teatro.)
    Gracias por enseñármelo y por ser usted como es. Estas líneas se las dedico porque siempre he hablado de usted contando esta anécdota y qué menos que el protagonista la conozca de primera mano, aunque intrascendente para otros, muy importante para mí.

    Un saludo.

    Martín Jaime

    P.D.- Sepa usted que mi padre, Antonio Jaime Varo, antiguo auxiliar de la farmacia de Martínez Ferrer, siempre le tuvo también un gran aprecio, y disfrutó tanto como yo (recuerdo cómo lloraba de risa) de su actuación.

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    • Paco Fernández-Pro
      Paco Fernández-Pro febrero 07, 02:05

      Querido amigo Martín Jaime (permítamelo, ya que es usted el hijo de un hombre realmente bueno, al que me unió muchísimo afecto):
      No puede usted imaginar el bien que me hicieron sus letras.
      Siempre dije que, para escribir, es necesario tener el corazón abierto. Yo, al menos, como lo pienso así, así lo hago y, quizá, por eso muchas veces escribo tantas sandeces. Sin embargo, como el corazón se abre no sólo para darle salida a lo que sentimos, sino para dejar entrar a lo que nos viene, a veces nos encontramos con verdaderas sorpresas…
      Hoy ha llegado usted, con su corazón también abierto y, no sólo ha elogiado mis letras, sino que con las suyas ha venido a rescatarme desde una memoria olvidada y, además –y esto sí es muy importante para mí- me ha ratificado en la convicción de que trabajar desde la locura de las utopías y de las pasiones que la fantasía despierta en nosotros, al final, con el tiempo –a los muchos años, quizá- puede resultar tan rentable como lo ha sido hoy conmigo.
      Le aseguro que, después de tantos años luchando por el teatro, en estos momentos –y gracias a usted-, me he sentido verdaderamente recompensado (quizá recompensado, como nunca lo fui).
      Un gran abrazo.

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