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Colonos de Alemania, Suiza y Francia, de hace 230 años, cuyos descencientes conservan los rasgos genéticos y apellidos en Écija y otros lugares. Fundadores de Cañada Rosal, Campillos y La Luisiana (2ª parte)

Foto: Territorio

 

Die Andalusier (2ª parte)
Viaje a los pueblos andaluces fundados hace 230 años por colonos de Alemania, Suiza y Francia, cuyos descencientes conservan los rasgos genéticos y apellidos.

Rechazo de los lugareños

La idea de traer colonos y repartirles tierras, arados y semillas no era mala, pero la ejecución del proyecto fue un desastre. Para colmo, las poblaciones ya existentes en esas comarcas respondieron como suelen hacerlo cada vez que se produce una llegada abundante de forasteros, con el rechazo visceral. Los terratenientes de Écija, principales perjudicados por el reparto de suertes (el poder de la época nacía de la posesión de la tierra) incitaron durante años la quemad e cosechas, los asesinatos y las violaciones. Las parcelas repartidas procedían de la expropiación de las tierras comunales. Écija cedió el 60% de sus suelos públicos. La violencia contra los forasteros adquirió tal virulencia que la Corona dictó una real orden en 1769 que imponía duras condenas, incluida la pena de muerte, para todo aquel que produjera daño a un colono, a su esposa o hijos o a sus pertenencias. Hubo varios ajusticiados por estos atentados, entre ellos un ecijano apodado Garrote.

Trataron de neutralizar la cultura originaria de los inmigrantes. Una de las condiciones era ser católico, pero es conocido que muchos procedían del protestantismo. Eso les impedía manifestar sus auténticas creencias, pero dejaron siempre claro un escaso entusiasmo por los rituales católicos. Para la época, su grado de instrucción escolar era notable. Alrededor del 40% de ellos sabía leer y escribir, frente al general analfabetismo de los lugareños. Sin embargo, las siguientes generaciones sufrieron un proceso galopante de aculturación que les llevó a equipararrolina. a sus vecinos del entorno. Lo que no podía imaginar el tal Garrote es que andando el tiempo, en el 2005, el alcalde de su ciudad sería Juan Wic (PSOE), descendiente a una de aquellas familias inmigrantes.

Durante décadas, ni siquiera los portadores de apellidos sabían su procedencia. José Ruger Delis, de 71 años, supo en la mili que sus apellidos son extranjeros, cuando se lo dijo el capitán de la compañía.APablo Ruger Aguilar, de 97 años, ni su padre ni su abuelo le hablaron de su apellido alemán. En realidad, en aquellos años, padres e hijos ni siquiera hablaban de nada. Pablo, el más anciano de Cañada Rosal, cuenta que en el campo eran años duros, en los que todas las noches de invierno dormían vestidos, enterrados en paja para mitigar el frío, y que al quitarse por fin los calcetines descubrían que se habían podrido. Los colonos murieron a miles como consecuencia de las penalidades sufridas durante los primeros años, aunque los supervivientes, regla inexorable de la selección natural, fueron grandes longevos. El último de aquellos colonos, Paul Fermenich, natural de Mayschloss, vivió 121 años en La Case Murió en 1852 y dejó una descendencia de 82 nietos, bisnietos y tataranietos, de los que 18 llevaban con orgullo su apellido de origen alemán. La última colona de La Carlota fue la francesa Catalina Kleiber, fallecida en 1835.

Han colaborado en la elaboración de este reportaje, entre otros, José Antonio Fílter Rodríguez, cronista oficial de Cañada Rosal; Antonio Fílter, cartero de Cañada Rosal; José Losada Fernández, alcalde de Cañada Rosal; Adolfo Hamer Flores, historiador de La Carlota; Dionisio Dorado Rodríguez, archi

Información: José Bejarano - La Vanguardia (12/06/2005)